De ella solo se sabe que es inglesa y que sus iniciales son J.S. Esta niña de 14 años fue diagnosticada con un cáncer terminal en agosto de 2015, y sabría que su vida sería mucho más corta de lo que hubiera deseado. Por eso decidió que, si había alguna esperanza para que su vida no durara tan poco, tenía que aprovecharla.
J.S. investigó sobre la criónica, un proceso por el cual un cuerpo es preservado a 196 grados bajo cero con la esperanza de que un día la ciencia avance lo suficiente para poder resucitarlo de alguna forma. Esta forma de conservación solo se lleva a cabo en EEUU y en Rusia, por lo que J.S. tenía que convencer a un juez para que permitiera a su madre trasladar su cadáver al país norteamericano, informa Antena 3.
Peter Jackson fue el juez que recibió la carta de súplica de la niña, y quedó totalmente conmovido por sus palabras: "No quiero morir, pero sé que moriré. Creo que quedar criogenizada me da la oportunidad de ser curada y despertada, incluso dentro de cientos de años. No quiero que me entierren bajo tierra". Pero se encontraba ante un dilema: los padres de la niña no se ponían de acuerdo. La madre quería respetar los deseos de su hija, pero su padre, con el que no había tenido relación en ocho años, no aprobaba este procedimiento: "Incluso si hay un tratamiento y ella vuelve a la vida, digamos, en 200 años, es posible que no encuentre a ningún pariente y puede que no recuerde nada".
Finalmente, el juez decidió permitir a la madre que trasladara el cuerpo de su hija a EEUU para ser criogenizado, en una victoria legal sin precedentes en el Reino Unido. El juez ha declarado que la niña era "inteligente" y que tenía la capacidad intelectual más que suficiente como para tomar la complicada decisión de qué pasaría después de su muerte. Además, ha alabado la valentía de la joven por luchar porque se cumplan sus últimos deseos.
J.S. murió en octubre y, gracias a su madre y a la colaboración de la asociación Cryonics UK, el procedimiento pudo llevarse a cabo y su cuerpo pudo ser trasladado a EEUU, donde será conservado hasta que quizá un día se encuentre la cura a su cáncer y la forma de resucitarla.
La criónica, un proceso complejo
Este proceso de conservación de un cadáver debe empezarse entre dos minutos después de la parada cardiaca y no más tarde de 15 minutos tras la muerte. El cuerpo se envuelve en hielo y se inyecta con varios productos para prevenir los coágulos. Después, la sangre se sustituye por un compuesto especial para la preservación de los órganos. El procedimiento y la conservación pueden costar alrededor de 45.000 euros.
El objetivo de este proceso es conservar los cuerpos en perfecto estado hasta que, en un hipotético futuro, la ciencia haya avanzado lo suficiente para haber encontrado una cura a la enfermedad causante de la muerte o incluso al envejecimiento (en el caso de las personas que mueren por la edad) y se aplique después de resucitar el cadáver.
Entre los pacientes más destacados no se encuentra Walt Disney, como suele pensarse: el célebre artista fue incinerado y no congelado.
