Las primarias del Partido Popular llegan a la segunda vuelta con los dos candidatos previstos: la exvicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría y el Vicesecretario General de Comunicación, Pablo Casado.
El resultado amenaza con generar una grieta dentro de los populares. Soraya ya ha apostado por una 'candidatura de unidad', en la que se integrarían todos los sectores. Ya se siente ganadora, aunque Casado surge con fuerza y ya ha dejado claro que la petición de la exvicepresidenta no será replicada si accede a la presidencia popular.
A pesar de todo, las primarias están dejando en público una evidencia: el PP se encuentra en una auténtica espiral de autodestrucción. No hay contraposición de ideas, no hay evidencia de qué modelo de país busca cada candidato. No hay programas electorales evidentes y todo queda a merced de una guerra de caras centrada en terminar con la carrera del rival. La finalidad, al menos de cara al público, apunta a destruir antes que aportar, un espectáculo ciertamente dantesco.
La mayor evidencia de todo este proceso, que amenaza con 'ucedización' en el futuro (es decir, con la caída de un gigante que ahora cuenta con pies de barro), es que Cospedal y la vieja guardia quieren terminar con aquella 'becaria' que "creció demasiado rápido" y fuera de las estructuras del PP, aquella que llegó al gabinete de Rajoy a través de una oferta de trabajo: Soraya Sáenz de Santamaría.
Cospedal, que se presentó "para ganar, para ganar y para ganar" ha quedado tercera y fuera de la línea sucesoria de Rajoy. Su intención pasa por aliarse con Casado, con quien se encuentra en negociaciones para establecer acuerdos. Ahora, con la perspectiva del tiempo, muchos podrían llegar a pensar que su lista y la de Margallo solo sirvieron para debilitar a Soraya, lo que amenaza con tensar a la militancia y dividir a los afines, algo muy peligroso si el PP quiere recuperarse y eliminar aquella idea de "cualquier tiempo pasado fue mejor".
Control de territorios
El resultado de estas elecciones dependerá del apoyo de las federaciones territoriales, divididas entre ambos candidatos. La sorpresa se la llevó Soraya, sin control del partido, pero con la victoria en Andalucía, Castilla y León y Comunidad Valenciana como principales feudos. Sevilla o Valencia eran terrenos imprevisibles (Bonig y Zoido fueron fieles defensores de sus rivales), pero ahora se ven desacreditados entre los votantes populares. La exnúmero dos del Gobierno también se quedó con Canarias, País Vasco, Cantabria, La Rioja y Melilla.
Casado se apropió de la plaza fuerte y caladero de votos, Madrid, con una rotunda victoria y un tercer puesto para Soraya. También se quedó con Murcia, Extremadura, Aragón, Baleares, Navarra y Cataluña, el principal reto para un PP que se ve abocado a la desaparición en el Parlament.
Cospedal, por último, garantizó su feudo de Castilla-La Mancha, la Galicia del preferido Feijóo, Asturias y Ceuta. Territorios que a partir de ahora podría controlar Casado en el caso de que la segunda vuelta se antoje sin sorpresas y Cospedal una a sus acólitos.
Los compromisarios decantarán la balanza
Los votos de Cospedal y Casado pueden terminar rotundamente con la carrera política de Soraya, aunque todo depende de la decisión final de los compromisarios. Entre ellos, destacan los 'natos', miembros de cada Junta Directiva y con representación en la Comisión Organizadora del Congreso. Todos ellos son los delegados de cada una de las organizaciones territoriales y juveniles del partido (es decir, Nuevas Generaciones).
En este punto Soraya espera dar la sorpresa. Para ello, deberá comenzar la disputa con Casado para 'cazar' el mayor número de representantes, 3.184, de los cuales 2.162 han sido elegidos por los inscritos.
Casado también deberá realizar este gesto, ya que ha rechazado la candidatura de unidad de Soraya y, por tanto, deberá llevar el proceso hasta el final. Algo que, por otro lado, puede tener efectos negativos, ya que se divide y tensa a la militancia.
Casado, aupado por Esperanza Aguirre y José María Aznar, cuenta con el apoyo de Cospedal y Margallo con quienes ya ha señalado que tiene "muchas cosas en común". La exvicepresidenta recuerda, mientras tanto, que ha vencido en 30 provincias, lo que le garantiza un amplísimo apoyo en la mayoría de territorios.
El recuerdo de Cifuentes
Cristina Cifuentes ganó las primarias del PP madrileño con un 86% de los votos. Estaba llamada a ser la sucesora de Rajoy y la gran esperanza de los populares. Tan solo duró un año.
La sucesora de Aguirre, una candidata muy fuerte y potente en un feudo tradicional, terminó fulminantemente su carrera tras el estallido del caso máster. Y dejó al PP regional con una nueva gestora y el compromiso de 'nuevos tiempos', aquellos que también prometían en el año anterior. Toda una ironía.
Ese es el peligro que sobrevuela a Casado. Su máster en el mismo instituto de Cifuentes, la petición de la jueza de elevar su caso al Supremo y la intención de la expresidenta madrileña de sentarse en el banquillo junto a él; podría dejar un final similar, pero con el peligro de un presidente a nivel nacional.
¿Qué pasaría si Casado dura también un solo año en el cargo? ¿Cómo podría resurgir un partido con un líder implicado en un caso de estas características en una formación condenada en un caso de corrupción? ¿Cómo permanecería la división dentro de la miltiancia?
El partido enfrenta la peor de las situaciones por el momento, sin un líder claro y con una guerra interna sin cuartel. Unos candidatos que llaman a "coser el partido" en público (un dèjá vu que recuerda a los socialistas) se mezcla con fuertes peleas fuera de las cámaras. Lo que sucederá a partir de ahora es una incógnita, aunque la esperanza se pierde por momentos.