Georgia se enfrenta a una dicotomía ante las próximas elecciones que afronta el país el 26 de octubre, ante un posible giro hacia el Kremlin o mantener sus aspiraciones para integrarse en la Unión Europea, de la que es candidata a la adhesión desde 2023.
La presidenta del país, Salomé Zurabishvili, criada en Francia y considerada un contrapeso europeísta al actual Ejecutivo, acaba de rechazar una ley de 'propaganda LGTBI' que supone un calco de las normativas que reprimen al colectivo en Rusia.
Entre otros aspectos, la normativa pretende recortar derechos fundamentales, la libertad de expresión que califica de "propaganda LGTBI" o prohibir explícitamente la legalización del matrimonio igualitario o la reasignación de género.
La reforma volverá al Parlamento, donde podría salir adelante, aunque la duda se sitúa en el horizonte electoral. De este modo, si se aprobase, se optaría por una ley que ha recibido multitud de críticas de organizaciones defensoras de derechos humanos, incluida la ONU, al poner en peligro en Rusia los principios de igualdad, no discriminación, educación, salud, libertad de expresión, reunión o asociación.
Unas elecciones cruciales
La llegada de Irakli Kobajidze al poder como primer ministro ha intensificado el giro prorruso que defiende su partido, Sueño Georgiano, una formación conjuga ideas socialdemócratas en lo económico, nacionalistas, conservadoras en lo social y un fuerte rechazo a las personas LGTBI.
El fundador de este partido es el ex primer ministro y oligarca Bidzina Ivanishvili, que hizo toda su fortuna en Rusia y a quien se considera el principal responsable del giro hacia Rsuai del partido y una fuerte deriva conservadora incluida por la iglesia ortodoxa del país.
Georgia es un país fuertemente estratégico, enclavado en el Cáucaso y con acceso al Mar Negro. Una zona en la que Moscú ha perdido influencia y donde teme la plena integración de su vecino en la UE, que supondría tener el Club en dos frentes e invitaría a sus vecinos a seguir sus pasos, especialmente Armenia, que no esconde este deseo.
En las próximas elecciones, el país se juega su futuro, puesto que el primer ministro ha anunciado que prohibirá a los principales partidos de la oposición si logra llegar al poder. Pero, además, las medidas que propone y ha llevado a cabo, entre ellas la denominada 'ley rusa' (contra la "injerencia extranjera", en la que toma vía libre para prohibir organizaciones críticas y medios de comunicación, siendo también una copia de la promulgada por el Kremlin), alejan todavía más al país de la UE o la OTAN y lo alinean con el Kremlin.
En este escenario, la oposición se ha unido. Se trata de cinco alianzas de partidos, que abarcan desde el liberalismo, a posiciones conservadoras o socialdemócratas. Todas se han comprometido a una unión con los ejes proeuropeo y contrario a Vladímir Putin ante la amenaza autocrática que representa Sueño Georgiano.
Todo ello cuenta con el recuerdo de las guerras de Osetia del Sur y Absajia, por las que Rusia aspiró a quedarse con algunos territorios del país y establecer bases militares. Los derechos humanos en el Cáucaso y una eventual integración en Occidente se encuentran lejos de materializarse.