En España está muy extendida la idea de que alquilar una casa es tirar el dinero. Frente a la posibilidad de pagar una cifra al mes en concepto de hipoteca y poder tener una propiedad después de algunas décadas, la idea de estar toda la vida pagando mensualmente por algo que no nos pertenecerá nos parece una locura. Eso se ve reflejado en nuestros datos estadísticos: según Eurostat, la agencia europea de estadística, tan solo el 21,2% de la población española vive de alquiler.
Y es que además de la idea de la pérdida de dinero, también existe una creencia generalizada de que un inmueble es una inversión: parece que el precio de la vivienda siempre sube y, por tanto, en algunos años se podrá obtener un beneficio con su venta.
Frente a todos estos bulos que circulan en relación al alquiler, el premio Nobel de economía Robert Shiller defiende que comprarse una casa no es tan buena idea como podría parecer en un principio.
La vivienda no es una buena inversión
El premio Nobel afirma que las inversiones inmobiliarias son mucho menos rentables de lo que popularmente se piensa; prueba de ello es la burbuja inmobiliaria en países como España, que ha tenido como resultado la crisis económica que llevamos atravesando desde hace ocho años. Robert Shiller fue galardonado con el Nobel en 2013 precisamente por sus estudios sobre la volatilidad del mercado financiero y la dinámica que seguían los precios de los activos inmobiliarios. De hecho, Shiller fue uno de los economistas que vaticinaron la crisis que se nos venía encima a causa de la especulación inmobiliaria.
El motivo fundamental por el que Shiller considera que comprar una casa con el objetivo de asegurarse una inversión no tiene sentido es el coste de oportunidad. Este concepto económico hace referencia a lo que una persona está perdiendo al utilizar sus recursos en otra cosa distinta. Es decir, al gastar una suma de dinero determinada en un inmueble para obtener beneficios en un futuro, se está perdiendo la posibilidad de utilizar ese dinero líquido para invertir en otros campos que, según Shiller, son mucho más rentables que la vivienda.
Y es que una casa pierde valor día a día, del mismo modo que lo pierde un ordenador o un coche. Las viviendas también pasan de moda y generan gastos añadidos de limpieza, comunidad, agua o luz. Cualquier persona que esté pensando en comprar un piso o una casa para instalarse preferirá adquirir una vivienda nueva por encima de un inmueble que ya tenga unos años.
La idea de que la vivienda es una buena inversión comenzó a generalizarse a principios de este siglo, precisamente como resultado de la especulación inmobiliaria que generó un aumento inusitado y continuo de los precios de la vivienda. Sin embargo, no parece probable (ni deseable) que esta situación se vaya a repetir en los próximos años.
La analogía que ofrece el premio Nobel para explicar esta situación es bastante clara: si crees que invertir en una vivienda es una buena idea, plantéate invertir en un coche, ¿serías capaz de revender el coche varios años después de haberlo comprado por un precio superior al que pagaste? Salvo excepciones en marcas de lujo u objetos de coleccionista, lo normal es que un potencial comprador prefiera o comprar un coche nuevo, o adquirir un coche muy barato. Es decir, no es posible recuperar el dinero; mucho menos obtener beneficios. Algo similar ocurre con la vivienda.
Comprar como opción más barata, ¿es posible?
Otro de los motivos que se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en alquilar o comprar una casa es que después de pagar mensualmente una cantidad que creemos más o menos equivalente, en el caso de la compra tendremos un activo, pero en el caso del alquiler no tendremos nada.
Por un lado, es necesario deshacerse de la idea de que alquilar una vivienda es tirar el dinero. Cuando se alquila un inmueble se está disfrutando de un bien, en función al que se paga un coste, que es el precio del alquiler.
Por otro lado, es necesario saber que cuando se compra una vivienda el cliente no está pagando la cifra que la inmobiliaria pega en el escaparate de la oficina: muchos más son los gastos a los que es necesario hacer frente. El impuesto sobre la compra, ya sea el IVA si es una vivienda nueva (10%) o el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales si es antigua (7-10%), es el más conocido. Pero también hay que pagar el Impuesto de Actos Jurídicos Documentados (0,5-1,5%), los honorarios del notario y la inscripción de la vivienda en el Registro de la propiedad.
Además de todo esto, en el caso de que no se disponga del dinero (como suele ser lo habitual) será necesario pedir una hipoteca, que traerá consigo otros gastos; principalmente, los de la gestoría, el establecimiento de la hipoteca (los gastos fijos que hacen posible que se constituya el préstamo) y, por supuesto, los intereses.
Según el INE, el plazo de pago y los intereses en una hipoteca son, de media, 21 años y 3,26%, respectivamente. Imaginemos, como aparece en el documento, que queremos adquirir una vivienda que cuesta 100.000 euros y que después de todos los gastos mencionados, tenemos que pedir un préstamo por valor de 109.926 euros. En este caso los intereses finales ascenderían a 41.677,23 euros, es decir, un 38% de la cantidad recibida.
Sin embargo, esto no quiere decir que comprar una vivienda no tenga sentido, sencillamente, es preferible no iniciar una inversión tan costosa por los motivos equivocados. Ni el alquiler es una opción que se deba descartar de antemano ante la posibilidad de perder dinero, ni la compra de un inmueble es necesariamente una inversión segura.