El Partido Popular se encuentra en un proceso de reforma interna. La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado garantiza que la legislatura se extenderá en el tiempo, aleja las elecciones en el tiempo y permite la calma que no ha existido durante los últimos dos años para ir probando nuevas estrategias electorales.
Se avecina un nuevo ciclo político, con un contexto completamente diferente. Las batallas culturales y territoriales permanecen sobre el horizonte, sí, pero no tan acusadas como hasta ahora. La pandemia y la crisis económica han hecho que hablar de estos temas suene en cierta medida como frívolo.
Pablo Casado lucha ahora por ensanchar la base. Le ha costado dos años concluir que Mariano Rajoy tenía razón a la hora de que un partido debe parecerse lo máximo a la sociedad si quiere conquistar el Palacio de La Moncloa. Así lo ha evidenciado durante el Día contra la Violencia de Género, con un acto en el que por primera vez ha reconocido que existe una violencia contra la mujer por el hecho de serlo.
Esto incluso ha abierto un cisma dentro de su formación, con Cayetana Álvarez de Toledo publicando un vídeo negando la mayor, que ha sido compartido por algunos diputados afines a la exportavoz popular.
Valga decir que Casado no parecía muy cómodo en el acto, donde sí se veía muy desenvueltas a Ana Pastor y Cuca Gamarra, las dos mujeres de peso en el nuevo PP, ambas feministas declaradas y consideradas del sector moderado del partido.
Esto, sin embargo, es un giro más en el volantazo que el líder del PP lleva pegando desde que vio peligrar su puesto desde el último resultado electoral. El PP sigue sin despuntar en las encuestas y aunque subiera, lastra un problema para liderar el país. Su escoramiento a la derecha y su discurso excesivamente centralizador le aleja de los nacionalistas, siempre necesarios para la formación de Gobierno. Cuesta pensar que el PP podrá alcanzar una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados con VOX y Ciudadanos con un sistema como el actual, aunque nunca se puede negar la mayor.
Divorcio con VOX: un partido liberal reformista frente a uno populista antiplural
Para Casado, VOX ha pasado de ser un aliado a ser un lastre. El líder del PP consideró que la formación de Abascal podía ser un revulsivo para atraer al votante joven que no conseguía nunca atrapar sus siglas, siempre con un voto de mayor edad. Sin embargo, con el paso del tiempo ha visto que el partido ha fragmentado su bloque, le ha escorado a la derecha, le ha robado votos y le está dificultando algunos gobiernos (en Madrid, por ejemplo, le está bloqueando gran parte de las propuestas legislativas).
La idea de Casado ahora es confrontar modelos, vender al PP como un partido liberal reformista (en teoría, quiere volver a quitar la etiqueta conservadora) frente al populismo antiplural de VOX. Así lo expuso en el Congreso de los Diputados durante la moción de censura de VOX, el punto de inflexión.
El cambio, en ningún caso, es ideológico, sino estratégico. Cayetana Álvarez de Toledo, cuando fue destituida, lo expuso frente al Congreso: "El señor Casado me ha dicho que el partido debe parecerse a la sociedad para llegar a La Moncloa y después cambiarla y yo le he dicho que eso es un error, que hay que cambiar la sociedad haciendo política y luego llegar a La Moncloa".
Ese divorcio se quiere ir mostrando con gestos puntuales, aprovechando todos los momentos posibles para desmarcarse de la extrema derecha y mostrar que el Partido Popular es diferente. La formación busca ahora una época reposada para reconstruir una alternativa y un equipo con el que volver a seducir a un electorado que antes elegía al PP y que incluso llegó a decantarse por el PSOE por el fuerte escoramiento hacia la derecha.
Los estrategas en Génova consideran que Ciudadanos terminará siendo absorbido y que VOX se desinflará. Mientras tanto, el Gobierno podrá verse carbonizado por la salsa de la crisis económica que se avecinará y el escoramiento hacia la izquierda de sus socios en el Congreso de los Diputados. Estas dos patas son las que utilizará el PP para construir una nueva mayoría sobre la que caminar hacia un futuro éxito electoral, intentando ampliar su base hacia el centro y confrontando modelos puntualmente, a la vez que se reconstruyen alianzas con las formaciones nacionalistas.