La decisión de Pablo Casado de abandonar la sede de la calle Génova parece no haber sentado del todo bien a los pesos históricos del Partido Popular, que creen que significa asumir que su sede implica corrupción. Pero esta especie de 'calentón' del líder popular tras el batacazo en las catalanas, que atribuye a una tormenta mediática de noticias sobre Luis Bárcenas que nada tienen que ver con su etapa (señala que el CEO catalán le dio 10 escaños en los primeros sondeos y que la bajada ha ido paralela a los escándalos) ya se había planteado en otras ocasiones.
La propia exsecretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, valedora de Casado en las primarias, fue una de las grandes defensoras de cambiar al partido de sede. A nadie se le pasa por alto el 'esquinazo' que el partido ocupa en una de las calles más cotizadas de la capital, pero en estos momentos el cambio de sede tiene grandes conveniencias por dos motivos: el estético (una nueva era, alejada del pasado de la corrupción) y el económico (el partido se encuentra en problemas porque ha perdido representatividad, ha despedido a empleados y tiene que pagar nóminas en estos momentos).
Este cambio de sede parece certificar que Pablo Casado también mantendrá el giro centrista que emprendió tras la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz en el Partido Popular. La formación conservadora ha apostado en las catalanas por un conservadurismo liberal que confronta con la extrema derecha y exhibe gestión, al estilo europeo, que en teoría no le ha reportado buenos resultados (VOX le ha 'sorpassado' con 11 escaños, siguiendo una estrategia puramente lepenista y el PP se ha quedado en la cola perdiendo 1 diputado, con solo 3).
Queda comprobar hasta qué punto quiere llegar Casado en esta refundación del Partido Popular. No hay duda de que la derecha se encuentra en estos momentos en un punto de seria crisis, casi de descomposición. La entrada de VOX ha supuesto un duro golpe que ha implicado una crisis de identidad sobre la que hay un claro acuerdo: no hay supervivencia para tres marcas compitiendo en el mismo flanco.
Por el momento, dentro del PP surgen con mayor fuerza las voces que apuestan nuevamente por sumar fuerzas con Ciudadanos en una marca conjunta, también quienes desde la formación naranja siguen por el transfuguismo y quienes parecen haber congelado estos movimientos tras ver el panorama en el PP.
Una necesaria refundación
La refundación del PP, quizás, necesite un mayor calado que la sede. Convergencia lo intentó en 2016 cuando, en una situación muchísimo más crítica que la del PP, decidió cambiar incluso el nombre de su partido para romper cualquier referencia con el pasado: a partir de ahora sería PDeCAT.
Quizá el PP no llegue a tanto, pero sin duda el cambio de sede es toda una declaración de intenciones sobre lo que la formación conservadora pretende: romper por completo con el pasado, dejar atrás las corruptelas que lastraron otras etapas y abrir una nueva era para el partido.
Sin duda, el liderazgo de Pablo Casado afronta una crisis dura. El Gobierno no se está desgastando con la gestión de la pandemia, con una crisis sanitaria y económica de calado que no se está traduciendo en apoyos para el líder de la oposición.
Esto se traduce en un claro problema de liderazgo y de falta de proyecto para el líder popular. Esto, unido a los problemas del pasado que continuamente afectan a su candidatura, son un lastre para el líder del PP. Con ello, Casado quiere soltar amarres y construir una candidatura con la que pretende llegar algún día a La Moncloa.