Hace unos meses, la periodista Anna Grau, en una intervención en 'laSexta Noche' decidió salirse un poco del guión y epatarnos un poco a los espectadores con unas declaraciones que si no llevaba preparadas de casa las había preparado un ratito antes.
El odio contra los homosexuales es de maricones
Esto lo dijo con mucha dureza y solemnidad en un debate sobre la homofobia, y claro, se aseguró una atención por parte del público y las redes sociales durante un ratito, lo que suelen durar estas cosas.
Pero sus palabras se han quedado coleando en nuestra memoria todo este tiempo, y es que están mal, están muy mal, y aquí os vamos a intentar explicar por qué.
Esta tertuliana lleva un tiempo apareciendo en la televisión, y da la impresión de ser una tía informada y seria. Es verdad que su dureza contra el proceso soberanista catalán parece haberle ganado un hueco en las tertulias, pero por lo general habla con discurso e informada, lo que no suele ser la norma. Pero lo de aquella noche de sábado fue un patinazo en toda regla, y lo peor es que en su cabeza seguro que era todo lo contrario.
¿Cual es el problema? El uso de la palabra 'maricón' para hacer un retruécano y acabar usando esa palabra contra los homófobos. Ella la usa para hacer entender que estos son 'poco hombres'. Esto ya de por sí es un problema, pero es que además generaliza entre hombres y mujeres dando a la hombría un carácter de valor universal que no tiene.
No está en el poder de Grau usar la palabra 'maricón' de esa manera. Mucho le ha costado a la comunidad gay re-apropiarse de esa palabra que tanto daño ha hecho. A la mayoría de gays les han querido herir con esa palabra, se les ha insultado durante toda la vida y se les sigue insultando. Y ha hecho daño, mucho. Pero el colectivo gay ha hecho un gran esfuerzo por disminuir los efectos nocivos de la palabra. ¿Y cómo lo han hecho? Mediante la re-apropiación.
'Nigger' y 'feminazi', ejemplos de re-apropiación
Este fenómeno no es exclusivo de la comunidad LGTB, otros colectivos oprimidos, como los afroamericanos lo han hecho también, y con éxito. A día de hoy la palabra 'nigger', derivada de 'negro' que se usó durante años como manera de dirigirse al colectivo, con una connotaciones de insulto y desprecio han hecho que desde hace unas décadas se haya convertido en la palabra prohibida en los discursos mediáticos. Pero la comunidad ha ido más allá, y la ha adoptado para dirigirse unos a otros en el 'lingo' más callejero y en la cultura del hip-hop. ¿Entonces, si los afroamericanos se llaman 'nigger' entre ellos el resto puede usarla ya? La respuesta es no. Sigue siendo ofensivo, lo es más incluso, ya que con esa palabra se ha hecho un esfuerzo por incorporarla a una cultura oprimida y despojarla de negatividad. Se ha usado con orgullo, como un desafío, con sorna, y ahora no es justo que quienes no la han sufrido se suban al carro.
Pues bien, lo mismo ha pasado con la palabra 'maricón'. Los homosexuales también han adoptado los insultos y los han convertido en algo divertido y propio de la comunidad. Hablar en femenino, usar el insulto como apelativo, puede parecer algo tonto y frívolo, y lo es, pero también es un triunfo. Triunfo porque es una manera de quitarle los colmillos a la cobra, pero sólo funciona si se usa en un ambiente controlado. Sigue doliendo si se usa como insulto.
Hace dos años, la periodista Pilar García de la Granja entró indignada en 'El programa de A.R' porque una de las concejalas propuestas por Ada Colau para su consistorio recién elegido se autodefinía en su bio de Twitter como "Feminazi". La periodista no se lo podía creer, ¿qué es esto de 'feminazi'? ¿como puede poner eso? ¡qué horror! ¡no se debe permitir!. No fue hasta unas horas más tarde que un tuitero le llamó la atención para decirle que en ese caso, la concejala propuesta estaba haciendo una re-apropiación de una palabra que se utiliza como insulto contra ella. La periodista contesto con "¡Gracias, no lo sabía, qué cosas!".
El poder del lenguaje
Y ese es problema, no lo saben, no lo saben porque no les afecta, claro, pero también porque no se informan. Porque hay una corriente que considera que el lenguaje políticamente correcto ya no sirve, que lo que mola es hablar como nos dé la gana y que cada colectivo se gestione cómo le afecta la palabra como les de la gana.
Pero no es así, una pareja de gays dándose la mano por la noche en Madrid sabrá distinguir perfectamente si ese "maricones" que oye de repente a lo lejos llama a la sonrisa de reconocimiento o a salir corriendo con pánico. Y no hace falta estar informado de nada.
Gestos vacíos y desinformados como el de Anna Grau no hacen más que cargar de estática a una palabra que de por sí ya tiene suficiente carga. Bollera, maricón, travesti. Esas palabras y otras se han convertido en un puñal, usados por lo colectivos afectados recuperan terreno, en boca del otro, cortan.
No, Grau no hizo ninguna defensa al colectivo calificando a los homófobos como 'poco hombres'. Lo malo es que su intención no debió ir más allá de crear un impacto con sus declaraciones. Pues eso lo consiguió, pero también consiguió que algunos nos paráramos a reflexionar sobre la re-apropiación y la necesidad de un lenguaje políticamente correcto que no hiera a los colectivos históricamente oprimidos.
Es más complicado, y todos cometeremos errores, pero es un esfuerzo que hay que hacer. El lenguaje crea el mundo, y hay que hacer del mundo un lugar más soportable para todos.