Todos vivimos pegados a nuestro teléfono móvil. Es un objeto que no puede faltar en nuestro día a día, lo llevamos al trabajo, a la universidad, a la cama e incluso para amenizar nuestro tiempo en el baño. Sin embargo, este apego se encuentra tan normalizado que no somos capaces de darnos cuenta de cuanto nos afecta realmente.
Según un artículo científico publicado en Phsychology Today, la respuesta se encuentra en el condicionamiento clásico. Es el mecanismo capaz de explicar por qué cogemos el teléfono y desconectamos del mundo que nos rodea físicamente. Hemos asociado ya el placer del entretenimiento y las conexiones sociales que tanto nos obsesionan con los sonidos que produce el smartphone para avisarnos de ellas.
Imposible estudiar sin la necesidad de ir a revisar el móvil aunque nadie me hable realmente
— marcos (@mgrcos) 15 de abril de 2018
El artículo, cuyo autor es el psicólogo estadounidense Mike Brooks, pone un sencillo ejemplo para que podamos entender nuestro comportamiento. Los que hemos tenido mascotas sabemos que identifican ciertos sonidos y se excitan por ello, porque saben cual es su consecuencia. Es básicamente lo que explica que el perro se ponga a mover la cola al escuchar el sonido de la correa o que el gato acuda a tu lado porque ha escuchado el sonido de la lata de comida.
El condicionamiento clásico en el día a día
Este reflejo, es empleado también por la industria de la publicidad. Cuando en un anuncio de la televisión vemos como un chico se echa un desodorante y le caen ángeles del cielo que vienen a adorarle, no es simplemente porque los publicistas sean machistas, sino también busca una respuesta que relacione al desodorante con la emoción de atraer a chicas guapas.
También fuimos objeto del condicionamiento clásico durante nuestra etapa escolar. Cuando sonaba el timbre del recreo o del final de las clases, acabamos asociando ese sonido con la sensación de libertad y reposo que nos producía el descanso o volver a casa después de la jornada escolar.
Por lo tanto, aunque nos creamos seres más evolucionados que los perros y los gatos, la verdad es que somos igual de susceptibles al condicionamiento clásico y afecta nuestro comportamiento de forma similar. Sin embargo, Mike Brooks advierte de lo negativo: "Aunque la tecnología nos prometa una mayor conexión y productividad, en ocasiones, termina provocando lo contrario". Así que por muy tentador que parezca tu móvil, a veces hay que dejar ese WhatsApp unos minutos sin contestar y volver al mundo real.