Sabemos de sobra que es malísimo quitarse los granos. Millones de veces nos lo ha dicho el médico, nuestra madre, un amigo... Como las canas, si nos quitamos un grano nos saldrán más. Sacar el pus de una espinilla a base de presionar es una sensación, a priori, asquerosa. Sin embargo, a gran parte de la población le encanta explotar granos, tanto propios como ajenos.
"Si el grano está inflamado o infectado y no se va con un poco de presión, intentar explotarlo puede hacer que se extienda la inflamación o que incluso se formen cicatrices y haya picor permanente en la piel", avisa el dermatólogo Michael Olding a la revista Time. Pero es igual, lo vamos a seguir haciendo.
¿Cuál es la explicación a esta afición tan desagradablemente placentera? Puede ser por varios motivos. Uno de ellos afecta a las "personas especialmente sensibles a los parásitos externos", por lo que la existencia de granos en la piel les incomodaría de tal manera que sentirían la necesidad de quitárselo cuanto antes. Esto terminaría llevando a la persona a acostumbrarse a esta práctica, a la que cada vez le cogería más gusto.
El placer de reventar un grano es equiparable a ver una película de terror
Otro de los motivos explicaría por qué, además de querer explotar nuestros granos, también disfrutamos quitándoselos a los demáso viendo cómo alguien lo hace. La sensación dolorosa y placentera de quitarnos el acné a la fuerza reside en que muchas personas disfrutamos con ciertas experiencias desagradables. Esto es comparable a la adrenalina de subir a una montaña rusa o el miedo que se siente en una película de terror.
Paul Rozin, profesor de psicología, así explica esta sensación: "Sentimos placer por el hecho de que nuestro cuerpo nos está diciendo que no, aunque sabemos que lo que estamos haciendo tampoco es muy dañino". Él lo cataloga de "masoquismo benigno", que describe como la atracción por las actividades que producen sensaciones y reacciones no deseables, llegando a veces "hasta la peor de las situaciones".
El psicólogo también achaca este placer a una práctica de las habilidades sensitivas: "Mejoramos nuestras habilidades con la práctica. Por ejemplo, si nos subimos a una montaña rusa, adquirimos experiencia sobre cómo experimentamos el peligro y el miedo de una forma segura. Estás experimentando con tus emociones. Es como examinarse a uno mismo. ¿Cuánto disgusto puedo tolerar hasta que la función aversiva se activa y dejamos de hacerlo?"
Ya sea por un gustoso sentimiento de dolor, o por la imperiosa necesidad de eliminar bacterias de nuestro cuerpo, lo cierto es que reventar granos es todo un placer y un arte. Si ya has pasado la pubertad, mientras te salen espinillas puedes ir practicando con los numerosos juegos que hay sobre explotar granos en cara ajena, como si de papel de burbujas se tratase.