Si Juana Rivas no aparece dentro de una semana, un juez ordenará su detención y pasará a estar en busca y captura. La pasada semana esta madre huyó junto a sus dos hijos para evitar entregarlos a Francesco Arturi, su exmarido y padre de los niños, que fue condenado en el año 2009 por violencia de género. El italiano propinó varios golpes a su mujer por llegar tarde a casa.
Desde su huida el pasado 26 de julio media España se ha movilizado para que tanto la justicia española como la italiana se coaliguen con la idea de proteger a una mujer víctima de violencia de género. Con el lema "Juana está en mi casa" miles de ciudadanos han mostrado su apoyo a esta madre que se niega a entregar a los niños a un maltratador. Pero, para comprender mejor toda esta historia, vamos a repasar las versiones de ambas partes.
Juana huyó de su maltratador
Con tan solo 24 años Juana conoció en Londres a Francesco Arturi, su futuro marido, un italiano catorce años mayor que ella. Rápidamente se enamoraron y un año más tarde nació su primer hijo. Pero la relación se torció de tal modo que una noche Francesco y Juana se enzarzaron en una terrible discusión que desembocó en una denuncia por malos tratos. Francesco fue condenado a tres meses de prisión y sobre él se interpuso una orden de alejamiento por un año.
La pareja se separó pero años más tarde Juana terminó perdonando al padre de su hijo y se mudó, junto a él, a la isla de Carloforte, al sur de Cerdeña. Allí nació su segundo hijo en el año 2015 y tan solo un año más tarde Juana regresó a España a escondidas y acompañada de los dos niños. ¿El motivo? La joven granadina huía, así, por segunda vez de su maltratador. Meses después de regresar a España, Juana interpuso una denuncia por violencia de género en un juzgado español. Según ella, Francesco continuó maltratándola a menudo en los últimos años, razón por la que Juana decidió volver a España.
Pero los hechos que denuncia ocurrieron en Italia y la demanda que interpuso en España se encuentra, actualmente, paralizada. Ahora, un año más tarde, un juzgado italiano obliga a Juana a devolver los niños a su padre, y la justicia española no puede más que facilitar este proceso. Ante esta situación, Juana consiguió hace unas semanas movilizar a todos los medios de comunicación para denunciar su caso y pedir ayuda, pero el plazo de entrega de los niños terminó el pasado 26 de julio y fue entonces cuando Juana desapareció junto a los críos. Ahora, los abogados de Francesco Arturi piden la detención de su exmujer por secuestro mientras media España se moviliza en favor de Juana.
La versión de él, cogida por pinzas
¿Cómo es posible que una madre víctima de violencia de género se vea en la obligación de entregar a sus hijos al hombre que la maltrataba? Esta es una de las problemáticas que se derivan de multitud de casos de violencia de género que hay en nuestro país. La custodia compartida tras un episodio de malos tratos es un conflicto que el recién aprobado pacto de Estado contra la violencia de género pretende solucionar, pero por ahora Juana Rivas no puede beneficiarse de él.
Aunque hay muchísimos ciudadanos que han mostrado su apoyo a esta mujer, muchos otros han utilizado la versión de Francesco Arturi para cuestionar la historia de Juana. El relato del italiano dibuja a una mujer despreocupada, inmadura y poco responsable que nunca se ha ocupado de sus hijos y que ha estado siempre más pendiente de salir de fiesta que de criar a los niños. Francesco, además, niega que propinara una paliza a su mujer en el año 2009, y explica su condena por violencia de género como un simple trámite: según él, Juana interpuso una denuncia falsa y él asumió un acuerdo con la fiscalía.
Por otro lado, el hecho de que Juana volviera con Francesco y que su segunda denuncia por malos tratos la interpusiera en España y varios meses después de su regreso también ha sido utilizado por los indecisos para poner en cuestión la versión de Juana. ¿Por qué volvió con su maltratador? ¿Por qué no lo denunció en Italia o nada más llegar a España? Estas son solo algunas dudas que se plantean sobre este caso.
Francesco ofrece ahora negociar una custodia compartida de los niños, pagarle una pensión mensual a Juana y cederle un apartamento para ella en Italia a cambio de que regrese con sus hijos. Un ofrecimiento que parece idílico y que muchos no han tenido reparos en aplaudir. Pero de dudosa fiabilidad. La versión de Francesco sobre su historia con Juana no es creíble. Principalmente porque si fuera cierto que Juana es una mujer que no se ocupa de sus hijos, que sale continuamente de fiesta y que le puso una denuncia falsa por violencia de género y por la que fue condenado, ¿qué sentido tendría volver con ella años después? ¿Por qué ofrecerle a su exmujer un piso, una manutención y una custodia compartida? ¿De verdad quiere que sus hijos convivan con una mujer tan despreocupada y capaz de inventarse una situación de maltrato?
Del mismo modo podríamos preguntarnos... ¿por qué Juana volvió con su maltratador?
"Si la versión de Francesco se tambalea porque no es verosímil que regresara con una mujer como la que define, ¿por qué si lo es la historia que cuenta Juana? ¿Por qué volvió con su maltratador o por qué denunció tan tarde?". Estos son solo algunos de los ítems que recoge cualquier manual sobre violencia de género cuando define el perfil de la mujer maltratada. Volver con su maltratador o denunciar demasiado tarde son solo algunas de las prácticas habituales de estas mujeres que han sido anuladas psicológicamente. Los maltratadores son, fundamentalmente, manipuladores de libro. Son capaces de hacerle creer a sus víctimas que son ellas las responsables de su situación, y que merecen siempre una segunda, tercera o enésima oportunidad.
Solo hay que recordar que más de la mitad de las mujeres asesinadas en nuestro país a manos de sus parejas nunca denunciaron. No lo hicieron porque no se atrevieron o porque pensaban que merecían los golpes. Por eso poner en duda el testimonio de Juana por no haber actuado con mayor lucidez no es justo ni tampoco razonable.
Lo que debería pasar a continuación
¿Cuál es el problema real de todo este asunto? Que no ha habido una coordinación entre Italia y España para tratar este caso, y que la denuncia de Juana por malos tratos no ha sido correctamente atendida por interponerse en nuestro país a pesar de que los hechos acontecieran en Italia. Pero, ¿ahora qué? ¿Qué se puede hacer al respecto?
Para empezar, paralizar la orden que obliga a Juana a devolver a sus hijos. Al menos hasta que su denuncia se resuelva. No tiene sentido dejar que dos menores convivan con un hombre que ya fue condenado por violencia de género en el pasado, y que ha vuelto a ser denunciado por ello. Por otro lado, Juana debe hacer todo lo posible por probar sus malos tratos. No hay parte de lesiones que lo acredite porque denunció demasiado tarde, pero quizá un peritaje sociopsicológico avale su situación de mujer maltratada, o la búsqueda de testigos y allegados a Juana que conociesen la verdad podría ayudarla.
Por otro lado, Europa tiene en sus manos la responsabilidad de que esto no vuelva a ocurrir. Se necesita urgentemente el desarrollo de una coordinación fluida entre países miembros que garantice la seguridad no solo de las mujeres víctimas de violencia de género, sino también de sus hijos. Pertenecer a la Unión Europea nos debería servir para facilitar este tipo de procesos. Pero mientras tanto... Juana está en nuestras casas.