Cuando una relación se rompe se pueden dar dos situaciones: no querer volver a ver esa persona nunca más o tener la necesidad de retenerlo en tu vida. Cada persona es un mundo y la manera de afrontar esta pérdida se lleva de maneras muy diferentes. Pero, ¿qué es mejor? ¿Dejarlo pasar o insistir en esa relación? La ciencia, por fin, responde a estas cuestiones.
Pedir una segunda oportunidad después de haber terminado la relación es algo habitual, de hecho, la ciencia ha demostrado que son los hombres los que piden volver con sus exparejas con más frecuencia. El motivo es porque a ellos les cuesta más rehacer su vida después de una ruptura que a ellas.
El problema es confundir la nostalgia con el amor verdadero
Lo más frecuente es que queramos volver con nuestras exparejas pasado un tiempo, cuando se comienza a echar de menos a esa persona y los motivos reales por los que se terminó la relación se diluyen en nuestra memoria. Pero según los expertos, el problema principal es que, habitualmente, se confunde una relación de amistad o la nostalgia por los momentos vividos juntos con el amor verdadero. La melancolía y ese sentimiento de soledad que muchas personas temen, juegan malas pasadas haciendo a nuestra cabeza un lío.
Sin embargo, el cine y la televisión nos han trasmitido durante años la idea de que retomar esa relación terminada es algo romántico, cuando la mayoría de las veces se trata de un error. Porque no siempre quedan ascuas, donde hubo fuego.
Por supuesto no todas las relaciones son iguales y cada pareja vive una historia distinta, pero hay que tener en cuenta que, cuando se deja a alguien es porque existen unos motivos de peso y es una decisión bastante meditada. Sin embargo, cuando pasan unos meses, nuestra memoria, como tantas otras veces, nos la juega y eclipsa estos motivos con los buenos instantes que hemos pasado junto a esa persona.
La ciencia da con las respuestas
Pero un reciente estudio realizado por la Universidad de Kansas, Estados Unidos, ha llegado a la conclusión de que cuando se retoma ese vínculo, tenemos la sensación de que la relación cojea. Es decir, se vuelve ambigua porque no tenemos claro si la otra persona está tan implicada como nosotros en esta nueva oportunidad. El motivo de que esto ocurra es simple: normalmente es una de las partes la que insiste a la otra para volver a estar juntos y al final por pesadez, aburrimiento o porque también se siente solo, acaba accediendo a las peticiones del otro.
Sin embargo, esta decisión tiene sus consecuencias y es que, en las segundas oportunidades ambas partes de la pareja están menos comprometidas con la relación y, además, menos dispuestas a hacer sacrificios por ellas o incluso a corregir sus errores, provocando el desgaste de esta nueva oportunidad.
También se puede dar el caso, según explica este estudio, de que, si amigos y familiares quieren que esa relación continúe, es más probable que ambas partes cedan y vuelvan juntos. Pero si estamos con una persona solo por la presión de nuestro entorno, el error será mayor y el deterioro de la pareja aún más rápido.
Es cierto que no hay por qué perder el contacto total con esa persona, sobre todo si hay niños de por medio, es importante mantener una buena relación por ellos. Pero si hablamos de relaciones tóxicas o incluso maltratos tanto físicos como psicológicos es mejor alejar a esa persona de nuestras vidas lo máximo posible. Sin importar lo solos que nos encontremos o que el día de San Valentín se encuentre a la vuelta de la esquina.
Siempre será mejor recurrir a los amigos o familiares para hacer que ese sentimiento de soledad desaparezca, que tomar decisiones en caliente de las que después nos podemos arrepentir. O por qué no, si no quieres salir de casa para no encontrarte con nadie, es mejor apagar el móvil y tirar de Netflix y un buen helado para pasar ese día.