Ramzam Kayrov, el actual líder de Chechenia, maneja la región como una auténtica finca que controla a su antojo. Amparado en las milicias conocidas con el nombre de kadyrovtsy, una fuerza militar de 3.000 hombres, consigue cometer todo tipo de violaciones de derechos humanos y depurar a la oposición.
El último escándalo por el que ha saltado a la polémica ha sido su decisión de depurar a la comunidad LGTBI. Una comunidad que queda recluida en campos de concentración, obligada a delatar a sus compañeros y con toda una sucesión de torturas y muertes que ha provocado un fuerte revuelo internacional.
La Comunidad Internacional se ha limitado a criticar todo lo sucedido, aunque de manera tibia y sin acciones concretas. Entre ellas, la representante de Exteriores de la UE, Federica Mogherini, que se limitó a pedir a Rusia la defensa de los derechos de los gays, paradójicamente, durante su viaje a Moscú para romper el hielo en las relaciones entre Europa y Rusia.
¿Qué sucede en Chechenia para que nadie actúe de manera contundente? ¿Por qué no hay una crítica pública seria a todos estos hechos? ¿Por qué nadie fuerza la caída de Kadyrov?
Petróleo, gas y guerra fría
La región de Chechenia cuenta con grandes reservas de petróleo y gas que sirven para abastecer a la región centroeuropea. La región ocupa el 24º lugar entre los terriotrios de la Federación de Rusia en la producción de petroleo y el 16ª en la producción de gas natural.
El Ejecutivo ruso no piensa reducir su influencia en Chechenia y utiliza su mayor poder: los gasoductos con los que se abastece gran parte de centroeuropa. El simple hecho de cortar el tránsito de estos productos o encarecer los precios supondría un duro golpe para la economía de todas las regiones. Algo que, precisamente, ya se produjo durante el conflicto en Ucrania. Ya saben: el miedo calla.
Por otro lado, la especie de guerra fría vivida en la actualidad entre Moscú y Occidente (con pequeños ataques en forma de 'fake news') lleva a que ningún país intente hacer frente para evitar una respuesta contundente.
El puño de hierro contra el separatismo y el poder omnipotente de Moscú
La llegada de Kadyrov a la presidencia de Chechenia se produce en 2007, tres años después del asesinato de su padre, también líder del país entre 2003-2004. Kadyrov prometió mano dura contra el separatismo y su acción tuvo gran recompensa para el gobierno de Moscú, que vio cómo mantenía una región estratégica dentro de su órbita y fronteras.
La Comunidad Internacional, mientras tanto, vincula a los grupos independentistas como herederos de Dokú Umárov, precursor del fallido Emirato del Cáucaso. Algo que interesa para evitar ataques contra el presidente, en una situación análoga a la que vive en Siria. Para ello, utilizan la figura del autoproclamado emir Umárov, que pretendía imponer un régimen wahhabita (la visión del islam más rigorista predominante en Arabia Saudí o el Afganistán talibán) a toda la región en la década del 2000. La oposición democrática, mientras tanto, no consigue un altavoz por el simple hecho de su represión. ¿Cómo se convence a Occidente? Asegurando que la oposición busca crear un campo de terroristas que les atacará. Aunque sea mentira.
Por miedo y para evitar un conflicto mayúsculo con Moscú, quizás, las protestas oficiales han sido tibias. Todo esto ha favorecido que Kadyrov reprima a cualquier tipo de oposición y se dedice a actuar duramente contra la comunidad LGTBI con mayor beligerancia, incluso, que Vladimir Putin. ¿Por qué tienen una obsesión con el colectivo? Quizás, entre en cuestiones personales.
El conflicto checheno: más complicado de lo que aparenta
La región de Chechenia ha sido todo un completo foco de tensiones durante los últimos siglos. Todo se remonta al año 1818, cuando el Imperio del Zar comenzó una política expansionista e invadió la región, estableciendo en Grozni un fuerte ruso con el que aumentar su influencia en la región caucásica.
Los chechenos, evidentemente, se resistierton. Con un bagaje étnico, cultural y religioso diferente, la oposición comenzó a comandarse por parte del jeque Mansur Ushurma, un musulmán sufí checheno que unificó a los pueblos caucásicos contra el Zar.
Desde entonces, el conflicto comenzó a recrudecerse, con declaraciones muy significativas como las pronunciadas por el Zar Alejandro I: "No tendremos paz mientras que un solo checheno siga con vida".
Todo, aparentemenete cambió en 1919. Con la revolución socialista, los ciudadanos de la región creyeron que su independencia llegaba. Nada más lejos de la realidad: el Ejército soviético consolidó con puño de hierro su poder en la región. Todo llegó al límite en 1944 con la deportación de los chechenos a Siberia, Kazajistán y Kirguistán con el fin de dispersar a la población y evitar las revueltas separatistas.
La llegada del extremismo islámico y un gobierno títere
La caída de la URSS llevó a la proclamación de la República chechena de Ichkeria. El presidente Boris Yeltsin inició varios intentos de invadir la zona, que terminaron con dos guerras: la primera entre 1994 y 1996, y la segunda, entre 1999 y 2002. Las declaraciones de independencia se produjeron sucesivamente e incluyeron invasiones de otros territorios anexos como Daguestán.
La intención del Gobierno era establecer un califato regido por la versión del Islam más rigorista, el wahabismo. Una vertiente que predomina en Arabia Saudí y que simpatizaba con otros países como el Afganistán de la época de los talibanes.
Todo terminó con la llegada del padre del actual presidente. Tras la destrucción de la capital chechena, Ajmat Kadyrov ganó con más del 80% de los votos. Su cercanía a Moscú llevó a ser considerado como un traidor y finalmente murió en 2004 al estallar una bomba en mitad de los desfiles conmemorativos de la II Guerra Mundial.
La llegada de Ramzam, la represión de Al Qaeda y el separatismo
Ramzam Kadyrov comenzó a controlar Chechenia con puño de hierro, aunque no conseguía imponerse ante todo el territorio. Dokú Umárov, líder extremista y vinculado a Al Qaeda, tenía la intención de establecer el Emirato del Cáucaso y no dudó en crear todo un campo de entrenamiento de terroristas en las regiones que controlaba.
Dokú declaró la guerra a Rusia y terminó organizando un atentado contra el Metro de Moscú en 2010 que dejó 40 muertos y 102 heridos. Putin prometió venganza y un equipo liderado por el Servicio Federal de Seguridad (la Intelifgencia rusa) consiguió terminar con su vida en 2013.
Ahora, con los grupos independentistas desmovilizados y reprimidos, Putin ha conseguido aumentar su influencia en una región con potente interés estratégico y con recursos energéticos.
Europa teme que una hipotética independencia pueda derivar en un nuevo Califato similar al de Irak o Siria. Además, cualquier invasión podría desencadenar un duro enfrentamiento con Rusia, ya que se está atacando territorio que oficialmente le pertenece.
¿Qué queda de la comunidad LGTBI? Los refugiados que llegan de la zona se cuentan con los dedos de una mano y ningún gobierno ha movilizado seriamente un equipo diplomático para revertir la situación.
El miedo y el omnipotente Putin están consiguiendo imponerse en la zona. Su ansia de imponer su control no cesa, lo que se materializa en el conflicto de Crimera o su participación en la Guerra de Siria. ¿Qué sucederá en Chechenia? Por el momento, todo seguirá igual.