La intervención organizada en Siria por parte de la coalición de Estados Unidos, Francia y Reino Unido; amenaza con crear toda una crisis diplomática sin precedentes.
El apoyo incondicional de Rusia e Irán al sátrapa sirio, podría ser ideal para materializar aquella Guerra Fría que se mantiene entre el país eslavo y occidente. Un conflicto que, recordando a otras épocas, se está jugando por el momento en forma de batalla tecnológica, como intrusión en los medios de comunicación y afianzamiento de las conocidas como 'fake news' con consecuencias políticas desestabilizadoras.
Rusia e Irán tienen fuerte interés en mantener el gobierno de Damasco. No solo por convicciones (que también), sino por el conveniente de contar con un gobierno títere que les permita disfrutar de una salida estratégica al Mar Mediterráneo.
Sin embargo, el avispero sirio tiene un ingrediente que pesa sobre esta batalla ideológica. El gran poder con el que, aún, cuenta el grupo terrorista Daesh. Con una oposición especialmente débil, Al Assad se siente fuerte como garantía de estabilidad frente a una organización que, recordando errores del pasado, podría convertir al país asiático en una suerte de la Afganistán pre-11S.
En mitad de esta situación tan delicada, los gobiernos occidentales no han querido apoyar abiertamente a un régimen que mina los derechos y libertades de su población. Pero, también, se han alejado de una oposición democrática que cuenta con nulas posibilidades de dirigir el país.
El fracaso de las Primaveras Árabes supone un soplo de aire fresco para el único dictador que se aferra al poder tras estos movimientos. A pesar de que el coste está siendo alto, con una guerra que ha provocado una crisis humanitaria y una serie de ataques con armas químicas que supera con creces los límites de la ética.
Gas Sarín
El punto de inflexión, por el momento, apunta al reciente ataque químico en Duma, que se ha cobrado múltiples vidas humanas. El régimen lo niega, pero las imágenes grabadas en los centros sanitarios, evidencian que, posiblemente, se atacó a la población con Gas Sarín.
Esta sustancia provoca una muerte angustiosa. En mitad de toda una serie de dolores, el Sarín se encarga de sobreexcitar el sistema nervioso, por lo que las víctimas son, si cabe, aún más conscientes de su lenta agonía. Finalmente, la muerte se produce por asfixia.
La realización de estos ataques químicos ha traído serios problemas estratégicos en Damasco. Es lo que sucedió en Guta en 2013, con una respuesta internacional que amenazó seriamente la permanencia de Assad en el poder.
Ataque maquillado
La respuesta liderada por Trump, sin embargo, no tiene interés en finalizar con el gobierno del dictador sirio. La propia cúpula de esta coalición ha insistido en que el ataque únicamente busca castigar el uso de las armas químicas y que "no busca forzar el cambio de régimen".
Eso es lo que favorece que Rusia y Damasco no vayan a tomar ningún tipo de represalia, ya que la acción de la coalición internacional ha cumplido escrupulosamente los acuerdos de Moscú.
Se trata, por tanto, de una especie de aviso al Ejecutivo sirio para evitar el uso futuro de armas químicas, aunque la trayectoria de la guerra, con una política repetida desde 2013, pone en serio riesgo que la amenaza provoque respuesta. Por otro lado, hay un interrogante especialmente interesante: ¿Quién se salta las sanciones internacionales y vende este tipo de armas a Siria?
No hay que olvidar, además, que el poder militar de Al Assad se mantiene sin prácticamente daños. El Ejército oficialista tuvo la oportunidad de huir de la zona atacada antes de que EEUU actuase, lo que ha evitado serios daños para debilitar a un Ejecutivo que, a pesar de las dificultades, se siente fuerte.
Al Assad se siente fuerte
Mientras tanto, el gobierno de Al Assad continúa fortaleciéndose. Gracias al apoyo militar de Rusia e Irán, el dictador está consiguiendo recuperar plazas importantes como Guta. Por otro lado, Idlib, bastión de los rebeldes sirios, se encuentra seriamente amenazado por el Ejército oficialista.
¿Qué supone esta serie de avances? El fin de la resistencia democrática al régimen y el afianzamiento del autodenominado Estado Islámico como único adversario de Damasco. Si Assad consigue forzar esta situación, habrá ganado. A nadie, ni la población local ni la comunidad internacional, le interesa un campo de entrenamiento de terroristas de proporciones descomunales.
Al Assad, parece, es la única garantía de estabilidad en el país, con el pesar de su población. Las Primaveras Árabes lo demuestran y, en el caso de que llegue tal situación, el régimen podrá ejecutar su venganza con un resultado, seguramente, catastrófico.