¿Cuándo dejamos de jugar a los juegos más tradicionales? Debe de venir con la adolescencia, pero lo cierto es que no podemos pensar en una sola buena razón para abandonar estos maravillosos juegos de la infancia. Y, ahora, con las tablets, las PlayStations y el Facebook, nos tememos que los niños de hoy en día van a jugar cada vez menos a aquellos pasatiempos que nos tenían fuera de casa todo el día. Pero, por si un día se olvidan estas joyas del entretenimiento infantil, aquí tenemos una lista que debería ser de referencia para todos los niños de España:
1 El escondite
El clásico por excelencia. El juego que ha perdurado durante siglos y siglos (seguramente). Su perfección radica en su simpleza: no es necesaria ninguna parafernalia, solo lugares donde esconderse. El juego es simple: uno se tapa los ojos mientras cuenta hasta 10 despacio o hasta 100 deprisa (todo el mundo sabe que 100 deprisa es mejor, el truco está en no vocalizar, y en menos de 10 segundos lo tienes). Mientras tanto, los demás se esconden y el que se la liga tiene que buscarlos. Para incriminar al que ha divisado tiene que acercarse a la pared donde ha contado, y mientras le da una fuerte palmada, gritar: '¡Por Paco!' (en el caso de que el descubierto se llame Paco, claro). Si otro quisiera salvarse a sí mismo o salvar a Paco, tendría que acercarse a esa misma pared sin ser visto y gritar: '¡Por mí y por todos mis compañeros!'. Pero esto solo lo puede hacer si es el último que falta por encontrar, si quedan más solo puede decir: '¡Por mí!'.
Hay que hacer un pequeño apunte: los niños que eran los últimos y solo gritaban: '¡Por mí!' eran especialmente crueles. La regla de oro es que si tienes la oportunidad, debes salvar a tus compañeros.
2 El escondite inglés
Es parecido al escondite en el sentido de que uno se la liga y está mirando a una pared. Pero la dinámica es diferente. El que se la liga debe cantar una canción mirando a la pared, y mientras tanto, los otros deben ir acercándose a él. La canción es la siguiente: "1, 2, 3, el escondite inglés, sin mover las manos ni los pies". En el momento que les mire, deberán quedarse quietos, absolutamente inmóviles, mientras el que se la liga les pasa revisión cual general del Ejército e intenta que se muevan lo más mínimo para que se la liguen ellos.
Es sin duda un juego de calidad inferior al escondite, pero no estaba mal para momentos en los que estabas cansado y no apetecía moverse demasiado. Por ejemplo, después de haber jugado al escondite.
3 El pilla-pilla
El juego más sencillo de la historia. Uno se la liga y tiene que correr detrás de los demás e intentar pillarlos. El típico juego comodín, al que recurríamos cuando no se nos ocurría otra cosa.
4 La zapatilla por detrás
Un juego para los más pequeños, con la ventaja de que tenía una canción que aún hoy no hemos olvidado:
"A la zapatilla por detrás, tris, tras;ni la ves ni la verás, tris, tras:mirad p´arriba que caen judías,mirad p´abajo que caen garbanzos,A dormir, a dormir, que los Reyes van a venir".
Una maravilla de la canción española. Nadie sabía muy bien a qué venía eso de los garbanzos, y cómo podían caer desde abajo, ni qué tenía todo esto que ver con los Reyes, pero eras pequeño y no te dabas cuenta de nada. El juego era como un pilla-pilla pero un poco más sofisticado, utilizando de atrezzo la zapatilla de uno de los jugadores.
5 La gallinita ciega
A este juego solo se puede jugar de niño, puesto que a medida que nos hacemos mayores nos mareamos mucho más fácilmente (hay estudios científicos que lo demuestran). Si ahora nos taparan los ojos, nos dieran veinte vueltas y tuviéramos que pillar a los de alrededor, probablemente no duraríamos ni medio segundo en pie.
Este juego también cuenta con una canción llena de sentido y coherencia:
"Gallinita, gallinita, ¿qué se te ha perdido en el pajar? Una aguja y un dedal. Da tres vueltas y la encontrarás".
Creo que a estas alturas ya hemos aprendido a no intentar buscar el significado a que a una gallina se le haya perdido una aguja y un dedal. Dejémoslo ahí.
6 Polis y cacos
Este juego era maravilloso porque motivaba el trabajo en equipo, y no había un 'pringado' que se la tenía que ligar, sino que era un equipo entero. Los niños se dividían en dos equipos, uno de polis y uno de cacos, y los polis tenían que pillar a los cacos. Podría haberse quedado ahí, pero el juego era más complejo: los polis metían a los cacos en la cárcel (generalmente un árbol, una pared o similares), y estos podían ser salvados por otros cacos si lograban tocarlos. El juego terminaba cuando todos los cacos estaban en la cárcel.
7 Balón prisionero
Uno de los mejores juegos de balón que gustaba a todos los niños. Muchos también lo llamaban "El matao", que suena como más guerrero. Los chavales se dividen en dos grupos, y cada uno se coloca a un lado del patio. En cada equipo hay un delegado que se pone al final de la cancha contraria. Los jugadores de un equipo tratarán de golpear a los del otro. Si en vez de ser golpeados los contrarios consiguen coger la pelota, pueden golpear ellos.
Era el típico juego al que jugabas en Educación Física los días que el profesor estaba de buen humor.
8 Liebre
Es como un pilla-pilla, pero cada vez que se pilla a alguien se le coge de la mano y se pasa a pillar entre dos. Así, la cadena es cada vez más larga, y el juego termina cuando ya no quedan jugadores que pillar. Pero si el último que queda libre consigue tocar al último de la cadena gritando 'liebre' todos se salvan y el juego empieza de nuevo.
9 Tinieblas
Y para terminar, uno de los mejores juegos de todos los tiempos: tinieblas. Se solía jugar en Halloween, pero era apto para todo el año. Es de los pocos a los que se jugaba dentro de casa, por lo que era para ocasiones especiales. Los jugadores se encerraban en una habitación, apagaban las luces y bajaban todas las persianas, por lo que se quedaban totalmente a oscuras. Y, como en el escondite, uno se la ligaba y los demás se escondían. El que se la ligaba iba buscando a sus compañeros a ciegas, los cuales aprovechaban su desventaja para hacerle bromas como agarrarle de los pies o gritarle al oído cuando menos lo esperaba.