La prostitución de orangutanes es una práctica común en algunos países de Asia. Allí se han registrado múltiples casos en los que los ejemplares de hembra de estos animales son encadenados y sufren graves abusos sexuales por parte de personas, según ha declarado una veterinaria española especializada en estos grandes simios en Borneo, que trabaja en la Borneo Orangutan Survival (BOS).
La veterinaria española dedicada al cuidado de estos grandes simios en Borneo, Karmele Llano, denunció hace más de una década el mayor escándalo de este tipo. En un prostíbulo en un pueblo de Borneocentral, en Indonesia, encontraron una orangután de 12 años llamada Pony, que había sido depilada completamente, lavada y perfumada, y a la que incluso le habían pintado los labios. Había sido prostituida y violada día a día en una aldea de Indonesia. "Es la realidad", recuerda Llano.
Pony estaba encadenada a una cama, para permitir que pudieran abusar de ella los clientes del burdel de un pueblo de Borneo. Se trata, sobre todo, de trabajadores de las empresas madereras y de las plantaciones de aceite de palma.
Una liberación con obstáculos
El rescate de la orangután no fue tarea sencilla. "Cuando intentamos liberarla hubo una revuelta, nos amenazaron con cuchillos y machetes. Tuvimos que recurrir a la policía estatal, que envió unos 30 agentes para llevarse a Pony", contó Llano
"Nadie sabía cuánto tiempo había estado allí. La dueña de la casa se negó firmemente a renunciar a la orangután. Para ella, era una máquina de dinero en efectivo y una fuente de suerte. No fue un esfuerzo fácil liberar a Pony de este lugar terrible; cualquiera que tratara de hacerlo se enfrentaba a un ejército de pobladores de la zona que estaban armados con cuchillos, dispuestos a luchar por el dueño de casa", recuerdan desde la organización que actuó, The Borneo Orangutan Survival Foundation (BOS). "Su cuerpo estaba cubierto de picaduras de mosquitos. No podía dejar de rascarse y su piel tenía múltiples infecciones". Había sufrido toda su vida.
Pony fue trasladada al centro de rehabilitación de Nyaru Menteng, donde se encuentran otros orangutanes que necesitan cuidados debido a que han sido utilizados como juguetes sexuales.
En el centro a cargo de Borneo Orangutan Survival (BOS) viven alrededor de 400 primates, la mayoría de temprana edad. La instalación cuenta con una granja, una escuela para los bebés y grandes jaulas donde los adultos comienzan desde cero para vivir una existencia normal.
Allí estuvo Pony hasta 2012, cuando fue trasladada a la Isla fluvial de Bangamat donde convive con otros seis orangutanes. Bangamat es una de las tres islas dedicadas a la rehabilitación de grandes simios que esperan una futura liberación en una zona protegida, en la que actualmente viven unos setenta orangutanes.
Cuando intentamos liberarla hubo una revuelta, nos amenazaron con cuchillos y machetes.
Difícil readaptación a la vida salvaje
El proceso de vuelta a su lugar de origen fue más complicado de lo esperado. Tenía que reaprender a vivir como un orangután salvaje. Así, decieron liberarla en 2005 en un santuario animal, "una isla más pequeña, en plan de rehabilitación", la de Bangamat. Pero fue un total fracaso, pues todavía no estaba preparada. Pony no estaba acostumbrada a los árboles. Ella prefirió quedarse en el suelo. Cuando tenía hambre, esperaba a que los técnicos le diesen su comida sin tener que tratar de alimentarse por sí misma.
"Recuerdo que la veía entonces. Ella se creía humana, si se colocaba en el suelo, no podía dormir allí, buscaba un saco para usarlo como manta", describe Karmele. "Tardó en adaptarse". Entonces, lo que en un principio se pensaba que iba a durar relativamente poco, se extendió a años de preparación. Fue en 2013, cuando los especialistas decidieron que podían intentarlo de nuevo. "Con 17 años, Pony finalmente recibió otra oportunidad de vivir en una isla", señala The Borneo Orangutan Survival Foundation. Partió con otros siete congéneres que también fueron liberados.
"Sabemos que el de Pony no es un caso único, es el más famoso y el que hemos podido documentar, pero hay más", recuerda Karmele. Su implicación por estos animales es voluntaria y pasional: el dinerop, para ella, queda en un segundo plano. "En la selva no hace falta dinero. No puedes ir a tomarte una cerveza con los amigos", bromea al recordar que en su anterior trabajo, en Holanda, cobraba 20 veces más.