El resultado de las elecciones al Parlamento Europeo han supuesto un terremoto político que, en realidad, ha activado las inercias latentes en la política internacional y que podrían extenderse a ambos lados del Atlántico. El auge de Meloni, que aspira en estos momentos a obtener una cartera en Bruselas, se une a la probable victoria de la formación de Marine Le Pen, Reagrupamiento Nacional, con Jordan Bardella como candidato a primer ministro en las elecciones francesas, y el incierto resultado en Estados Unidos que podría retornar a Donald Trump al poder.
Estos movimientos implican, además, varios apuntes a tener en cuenta. Supondrían, por un lado, la ruptura del eje francoalemán que ha liderado tradicionalmente la Unión Europea, con un presidente en Berlín que no alcanza el carisma de su predecesora (Angela Merkel) y que podría llevar a las presidencias de Italia o Francia a incrementar su influencia política.
Contexto actual
La victoria de Hermanos de Italia ha aupado todavía más a su presidenta, Giorgia Meloni. Miembro del grupo Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), su partido comparte bancada con VOX en Bruselas o con la ultraderecha polaca, y está a punto de hacerse con un comisario europeo para dirigir una cartera a cambio de apoyar a Von der Leyen en la presidencia.
Cabe destacar la posición de ECR en la actualidad. Este grupo ha disparado sus apoyos, pasando de 25 diputados a 83 en las últimas elecciones. Además, ha logrado un 'sorpasso' a los liberales y está dificultando de este modo la tradicional coalición entre conservadores, socialistas y liberales que lleva dirigiendo la UE durante las últimas legislaturas.
De forma paralela, los resultados de los comicios han aupado contundentemente a la líder de Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen. Esto ha provocado que el presidente Emmanuel Macron haya anunciado su dimisión y un adelanto electoral que, en las encuestas actuales, deja a la candidatura de Le Pen rozando la mayoría absoluta y una ruptura entre los conservadores con un sector que baraja apoyar su mandato.
La formación de Le Pen no está alineada con ECR, sino que se encuentra en Identidad y Democracia (ID), un grupo también de extrema derecha en el Parlamento Europeo que acoge a otros líderes del espectro político como Matteo Salvini, Geert Wilders o, hasta hace poco, la extrema derecha alemana.
Además, fuera de ambos grupos, se encuentra el mandatario húngaro, Viktor Orban. Su formación, Fidesz, fue expulsada en 2021 del grupo popular (PPE) y, desde entonces, se ha mantenido como independiente, aunque habitualmente alineado con ECR. Siempre ha abogado, al igual que VOX, por la unión de todos los partidos en un solo grupo, que los impulsaría hasta la segunda posición.
La sombra de Viktor Orban y el conflicto en Ucrania
Una posible victoria del partido de Marine Le Pen provocaría un fuerte viraje de Europa hacia la derecha. Y tendría implicaciones en aspectos de gran relevancia, especialmente en el conflicto ucraniano.
Marine Le Pen ha jugado a la ambigüedad con Rusia desde el estallido de la invasión en su país vecino, aunque ha criticado abiertamente el apoyo militar al país cuyo territorio ha sido violentado bajo múltiples argumentos de garantizar "la paz".
Sin embargo, en el pasado ha estrechado tradicionalmente puentes con el mandatario ruso, y sus vínculos han sido completamente conocidos. Su partido ha recibido en el pasado financiación de bancos relacionados con el Kremlin y apoyó la anexión rusa de Crimea, germen del conflicto actual. Le Pen sigue actualmente pagando un préstamo de 9,4 millones de euros a un acreedor vinculado a antiguos milites rusos y en 2022 recibió 10,6 millones de euros desde MKB (Magyar Külkereskedelmi Bank), de la Hungría de Viktor Orban. La sombra de estos movimientos le ha llevado a situar a Bardella como candidato, aunque Le Pen mantiene el control ideológico y político del partido.
Los grupos de extrema derecha siempre consideraron a la Rusia de Vladímir Putin como una especie de "reserva espiritual" alejada de los cambios sociales que se estaban abriendo paso en occidente y no han ocultado nunca sus lazos, hasta que el contexto internacional se impuso.
Uno de los principales líderes aliados es el presidente húngaro, Viktor Orban. Considerado como el hombre de Putin dentro de la Unión Europea, ha sido el único dirigente que se ha reunido con él desde el conflicto y en marzo le felicitó por su reelección, en unos comicios donde aglutinó el 87% de votos según el conteo oficial, sin ningún observador internacional. Orban, tradicional invitado a cumbres de la ultraderecha y próximo a Abascal, es conocido por sus habituales violaciones del estado de derecho en su país.
Por su parte, Giorgia Meloni ha exhibido un tono beligerante con Rusia desde que ha llegado al poder, mediante el que ha intentado diferenciarse de su socio de Gobierno, Matteo Salvini, en su caso firme defensor del presidente ruso. Estos mantras le han permitido acercarse más a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con quien negocia actualmente cotas de poder en Bruselas.
El riesgo potencial para la OTAN
A todos, se suman las posturas del ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump. En su caso, se ha visto abiertamente beneficiado de la injerencia rusa en las elecciones de 2016 y ha sido tradicionalmente crítico con el papel de la OTAN.
Trump, además, ha protagonizado declaraciones abiertamente en contra de la OTAN, la Alianza Atlántica en la que Rusia se opone por completo a un hipotético ingreso de Ucrania.
El retorno al poder del ex presidente en pleno contexto de guerra en Ucrania y con potentes aliados en la Unión Europea podrían suponer un golpe para la Alianza y debilitar la unidad entre las potencias occidentales cuando Moscú apuesta por anexionar territorios que superan las fronteras de Ucrania, con la mirada sobre Transnitria en el horizonte.
¿El deterioro de la Unión Europea?
La extrema derecha europea ha empleado tradicionalmente un mensaje eurófobo para llegar al poder. Marine Le Pen ha sido especialmente crítica y abanderado la proclama del 'Frexit', que llevaría a París a iniciar un proceso de salida del Eurogrupo.
En todo caso, los líderes que se alzan en el Viejo Continente no apuestan precisamente por fortalecer la alianza que ha dado el mayor período de bonanza a las potencias de Europa y sus discursos, pero también políticas, no parecen estar encaminadas hacia este asunto.
Entre los retos que se marcan se encuentra la autonomía estratégica de la Unión Europea. Si bien manteniéndose en la OTAN, sí apostar por un ejército propio que se encargue de los intereses de la Unión de forma propia. Algo que parece descartar Marine Le Pen, que en un punto estratégico como el Sahel defiende establecer acuerdos de cooperación militar con países locales, frente a Macron que apuesta por mantener una presencia militar.
