Los planes de la célula de Ripoll no se ceñían a atacar Barcelona. El atentado que costó la vida de 13 personas el pasado 17 de agosto fue una huída a la desesperada tras la explosión de Alcanar en la que perdieron gran parte de su arsenal.
Sin embargo, los planes iniciales eran muy distintos: los terroristas plantearon la posiblidad de realizar un envenenamiento masivo con cianuro. Es uno de los planes que tradicionalmente ha planteado el yihadismo, contaminando el agua de la red pública, aunque se descartó por la complejidad operativa que representaba.
De hecho, la célula llegó a realizar varias búsquedas en internet sobre el manejo de estos venenos, por lo que no se descartarían otro tipo de ataques como la contaminación de alimentos, mencionada en algunas de las revistas de propaganda del Daesh.
Descartada la posibilidad, el grupo decidió atentar en París contra la torre Eiffel y en Barcelona contra la Sagrada Familia. Algo que, además, concuerda con la fotografía de un radar en Francia los días 11 y 12 de agosto, que probó que el coche en el que se dirigían los terroristas viajó a la capital gala con dos miembros de la célula.
Los atentados de corte yihadista cuentan con una fuerte carga simbólica. Por ello, el atentado firmado por el Daesh intentaba atacar la religión católica con un templo destacado y el símbolo que caracteriza a uno de los países más importantes de la Europa Occidental: la turística torre Eiffel.
Los investigadores, en colaboración de las policías españolas y francesas, sospecharon en un primer momento que la célula de Barcelona podría contar con ramificaciones en París. Pero se equivocaban: al parecer, los terroristas acudieron a la ciudad gala con el fin de realizar un estudio de terreno y planificar un atentado con el que generar el mayor daño posible.
En el desarrollo de las pesquisas, ha sido fundamental la colaboración de Mohamed Houli Chemlal, que se ha mostrado dispuesto a ayudar a la Policía para conseguir una reducción en su condena. Gracias a sus declaraciones, sabemos que el objetivo prioritario era la Sagrada Familia, así como otro objetivo que por el momento no ha trascendido a los medios.
La prueba definitiva: una cámara fotográfica
Junto con la colaboración de Chemlal, la Policía cuenta con una prueba especialmente valiosa: una cámara que los terroristas adquireron en un establecimiento de la FNAC en París y que apareció entre los escombros de la casa de Alcanar.
Tras analizar la cámara, los investigadores encontraron decenas de vídeos y fotografías de la Torre Eiffel. Pero no eran las habituales de un turista: en la memoria aparecen retratados los lugares en los que se forman colas, calles en las que pasan coches al lado de la torre, emplazamientos en los que aparcan los autobuses con turistas y de las puertas de los restaurantes cercanos.
"Esas imágenes eran el estudio operativo para cometer un atentado. Era el estudio del escenario para determinar dónde colocar la furgoneta bomba", han señalado fuentes de la investigación al diario El Periódico.
Las visitas al monumento se realizaron durante dos días consecutivos: la primera, la noche en que llegaron y la segunda, antes de regresar a España. Por tanto, parece evidente que el viaje únicamente se realizó para analizar el terreno en virtud de la preparación de un atentado.
En este caso, todo apunta a que dos de las furgonetas se habían preparado para atacar Barcelona y la tercera iba a ser destinada al atentado en París. Ese vehículo sería el que la Policía localizó en Vic.
Viajes a París
Los dos terroristas que acudieron a París fueron Younes Abouyacoub y Omar Hichamy, que realizaron su viaje en el interior de un Audi de color rojo, el mismo coche que utilizaron para el atentado en Cambrils.
Abouyacoub y Hichamy viajaron en los días previos al ataque y se alojaron en un hotel en Malakoff, un barrio a las afueras de París. Previamente, también habían acudido en otras ocasiones: el primer desplazamiento se realizó en diciembre de 2016.
Si hubieran perpetrado su ataque tal y como habían previsto, las consecuencias podrían haber sido devastadoras. Conocido como la 'Madre de Satán', los terroristas consiguieron producir cerca de 250 kilos del explosivo que iban a ser almacenados en el interior de las furgonetas dentro de fundas de almohada, a modo de saco. El envoltorio, además, ayudaría a usarlas como bombas arrojadizas a la multitud.