Han pasado prácticamente dos décadas desde que España abandonó definitivamente la peseta. Quizás por ello, nuestra moneda comienza a convertirse en un auténtico objeto de coleccionista, retrato vivo de parte de nuestra historia y, por ende, con un valor que aumenta por momentos.
Por ello, quizás, la peseta está alcanzando en el mercado numimástico algunos valores desorbitados que nadie habría pensado en un pasado muy cercano: hasta 20.000 euros por monedas que contengan la cara de Franco o el Rey Juan Carlos.
Para saber qué monedas son valiosas, nos aportan dos condiciones: que no hayan circulado y que el año grabado guarde alguna singularidad.
Las monedas de Franco que pueden valer 20.000 euros se fechan en 1949 y 1950 y son relativamente frecuentes. Con menor tirada tenemos las acuñadas con estrellas marcadas en 1951 y 1952, con unas 15-20 piezas que no salieron a circulación. Estas son las que se encuentran en la cúspide, aunque es bastante complicado contar con una en casa.
Algunos de los rasgos únicos de la peseta
La peseta española guarda algunos rasgos característicos que la diferencian del resto de monedas. Así ha sucedido desde 1867, centrándose en el sistema con el que se indica el año de acuñación.
Se trata de un grabado en diminutas estrellas. Cada moneda lleva la enseña de dos años: el más visible, en el anverso, indica la fecha en la que se aprueba su emisión. En el reverso, por norma general, se sitúa el año de emisión de acuñación, que se graba dentro de las mencionadas estrellas.
Los números indicados en estas estrellas solo se observan mediante una lupa y son dos: en la primera, los dígitos 19 y en la segunda, la década correspondiente del siglo XX, en el caso de las monedas que cuentan con mayor valor.
