Escandalizar es un derecho, como ser escandalizado es un placer. Y quienes se niegan a ser escandalizados son unos moralistas
Tal declaración de intenciones surgía por boca del mismísimo Pier Paolo Pasolini, responsable de algunas de las obras más influyentes de la modernidad cinematográfica italiana. Con 'Saló, o los 120 días de Sodoma' como principal ejemplo de título transgresor, el cineasta que hasta el momento de su estreno había conseguido que uno de sus sellos personales fuese la representación del sexo en pantalla, logró plasmar los vicios del Marqués de Sade en un film perseguido, prohibido y sobre el que surgió un halo de culto que todavía le pertenece.
Cabe recordar que era 1975, época en la que las transgresiones cinematográficas estaban a la orden día. Con el auge del porno (tres años antes se estrenaba 'Garganta profunda', el título pornográfico más famoso de todos los tiempos) y del cine de explotación, desde productoras independientes y pequeños estudios comenzaron a permitirse el lujo de financiar proyectos de bajo presupuesto cuyas propuestas alejadas de convencionalismos no estaban dispuestas a correr los grandes estudios.
Año 2018: el arte se sigue censurando
Más de cuarenta años después, las nuevas generaciones cuyas vidas transcurren entre bombardeo de información a través de los mass media y una conectividad permanente a las redes sociales, parece ser que resulta difícil poder llegar a escandalizar con una película. En el mundo del arte, aquello de la transgresión parece ser algo que no ha ido a mejor en los últimos tiempos, al menos por lo que a la respuesta de la ley y a las continuas cuestiones morales por parte de ciertos sectores políticos se refiere. Sin ir más lejos, el reciente secuestro del libro 'Fariña' o el de la censura de una obra en Arco de Santiago Sierra (la cual definía a Junqueras y los Jordis como presos políticos), son una clara muestra de que, en cuanto a libertad de expresión, al menos en España estamos ante un retroceso monumental.
En unas declaraciones a Verne, uno de los responsables de Filmin, Jaume Ripoll, habla sobre el renombramiento a una de las colecciones de la plataforma online. Albergando una serie de títulos polémicos y no aptos para todos los gustos, '¿Los rodarían hoy?' pasó a ser 'Hoy sería delito', en referencia a la censura de las últimas semanas, la cual "nos hizo replantearnos el nombre", tal y como afirma Ripoll.
Entre la selección de títulos, donde no pueden faltar los nombres de Pasolini, Verhoeven, Bruce LaBruce o incluso Buñuel, figuran algunos de los films que más ampollas han levantado a lo largo de los años entre los más conservadores. Desde obras donde el sexo rompe todo tipo de tabús como las filias más impensables que muestra el 'Crash' de David Cronenberg. O Tinto Brass y su discurso frente al abuso de poder en 'Calígula', que inspirándose en la tragedia griega homónima viene a representar actos de zoofilia e incesto sin concesiones. Dejando a un lado el sexo como elemento erotógeno pero manteniéndolo como pulsión motivadora de la trama, no hace falta irse muy atrás en el tiempo para encontrar uno de los títulos más polémicos del nuevo siglo, 'Irreversible', con la que Gaspar Noé se coronaba como nuevo enfant terrible del cine francés gracias a una desgarradora escena de violación en plano secuencia de 9 minutos al personaje de Monica Bellucci.
¿Qué pasaría si títulos como los citados se estrenasen hoy, en pleno 2018, en nuestras salas de cine? ¿Surgirían las pertinentes quejas por parte de asociaciones y sectores políticos reclamando el secuestro de los títulos? ¿Se invocaría así el espíritu de la censura hacia el arte, más propio de estados dictatoriales y sociedades del último tercio del siglo XX? La repuesta, pese a tratarse de una mera elucubración, seguramente estaría más decantada hacia el sí que hacia el no.
Revisando las cuestiones morales
Volviendo al cine producido en los años setenta, vienen a la memoria títulos como 'La última casa a la izquierda' o 'La violencia del sexo' (mejor conocida como 'I spit on your grave'). El primero, ópera prima de Wes Craven levemente inspirada en 'El manantial de la doncella' de Ingmar Bergman. El segundo, título cumbre de lo que después se conoció como subgénero rape & revenge, cuyo patrón respondía a la venganza por parte de una mujer hacia el grupo de hombres que había cometido el terrible acto de la violación. Pese a que en su día se tachase a dichos films de puramente misóginos, no son pocos los estudios realizados por expertas en la teoría cinematográfica que abogan por convertir a las víctimas en símbolos feministas. Carol J. Clover, Barbara Creed o Alexandra Heller-Nicholas son tan solo algunas de las eminencias del sector que han conseguido que la perspectiva ante lo que en su día fue considerado de una forma, hoy en día pueda ser visto como una suerte de empoderamiento femenino con todas las de la ley.
Si los títulos rape & revenge no hubiesen caído en el saco del puro cine exploit y Meir Zarchi rodase hoy 'I spit on your grave', ¿cuál sería la magnitud del escándalo que rodearía a la película? ¿Conseguiría hoy en día 'Showgirls' ser más escandalosa que en el momento de su estreno, hace ya más de dos décadas? ¿Dónde está el límite entre la libertad de expresión y la censura en el cine? Ese es el principal planteamiento que parece girar en torno a lo que plantea Filmin con su selección de títulos, pues no hay que dudar mucho frente a la posibilidad de que algunos de los films que hoy consideramos de culto y que fueron pioneros en su momento (ya sea por atreverse a transgredir ciertas normas morales, o por el impacto que pudieran causar en la sociedad), a día de hoy serían sometidos a un absoluto y falto de subjetividad estudio con lupa para dictaminar si son aptos o no para que el espectador pueda verlos.
Hoy serían delito
Imaginemos a Gus Van Sant viendo como 'Elephant' es secuestrada de las salas de proyección por el hecho de convertir la matanza del Columbine en una suerte de oda a la vida de dos sociópatas adolescentes. O a Ken Russell siendo denunciado por una asociación católica por haberse atrevido a rodar 'Los demonios', sobre un caso de histeria en un convento en Loudon en el que unas monjas ceden ante los placeres de la carne con la llegada de un apuesto hombre. Ambas hipótesis podrían convertirse en realidad si tenemos en cuenta que el arte sigue siendo objeto de censura y cuestionamiento, más allá de la teoría cinematográfica o del trabajo que se puede hacer desde el sector de la crítica.
Los títulos citados son tan solo la punta del iceberg de lo que podríamos considerar, como bien definen desde Filmin, películas que hoy estarían prohibidas, pues la lista podría ser inalcanzable y en ella figurarían desde 'La naranja mecánica' de Kubrick a 'El nacimiento de una nación' de Griffith, por citar tan solo un par de ejemplos, algo que no hace otra cosa que volvamos a tener el eterno debate de cuáles son los límites entre el delito y la representación artística, la cual ha estado ligada desde tiempos inmemoriales al escándalo, tal y como bien supo definir Pasolini hace casi medio siglo, cuando parecía que el séptimo arte había alcanzado una cota de modernidad y tolerancia que parece haberse perdido con el paso de los años.