Pedro Sánchez comparte parte de su trayectoria con Pablo Casado. Ambos fueron los primeros líderes de sus respectivos partidos en ser elegidos por primarias democráticas, rompiendo con el 'dedo divino' que había regido las sucesiones en las grandes formaciones de España.
Ambos estaban llamados a representar la regeneración y responder al relevo generacional que emprendieron Podemos y Ciudadanos. Ambos llegaron con el apoyo de referentes importantes (Sánchez con Felipe González -las malas lenguas dicen que fue planteado como un candidato de transición hasta la llegada de Susana Díaz- y Casado con Aznar). Y ambos terminaron siendo descabalgados de las presidencias de sus partidos en mitad de una gran presión mediática y con todo el aparato en contra (incluso los barones de cada formación fueron clave en la defenestración).
El final de la crisis política que terminó con Pedro Sánchez en el fatídico comité federal de 2016 fue ampliamente boyante para él: Sánchez se presentó nuevamente a las primarias con todo el aparato en contra y frente a una candidata auspiciada por la vieja guardia del partido, Susana Díaz. Finalmente ganó: y llegó a La Moncloa en 2018 de la mano de una moción de censura fundamentada en la sentencia condenatoria de Gürtel, demoledora para el PP.
En el caso de Pablo Casado, el futuro es una incógnita. En un principio, sus intenciones estaban en convocar el lunes, durante la Junta Directiva Nacional, un Congreso Nacional en el que pactaría si sería ordinario o extraordinario, una dicotomía en la que se barajan los plazos para dicha celebración. Finalmente, ha cedido y convocará un congreso extraordinario sin aclarar su intención de presentarse.
Casado tenía intenciones de presentarse, emulando a Pedro Sánchez, al considerar que tenía el apoyo mayoritario de presidentes provinciales y también regionales, según publicó Europa Press de fuentes del partido.
En su entorno no se escondía la voluntad de Casado y la legitimidad que le atribuían para recuperar la presidencia del PP en una nueva votación: "Fue elegido por primarias en un congreso extraordinario, y ni los directores de dos periódicos ni 5.000 manifestantes, convocados por Miguel Ángel Rodríguez y por VOX, ni unos presidentes convocados por Ayuso lo van a echar", aseguraba una fuente de su entorno en declaraciones al diario El País.
Las diferencias entre Pedro Sánchez y Pablo Casado
Sin embargo, existen diferencias entre la situación actual de Pablo Casado con la que Pedro Sánchez vivió en su momento. Cabe recordar que Sánchez salió de la dirección del PSOE en su momento sin ninguna mancha en su currículum (frente a los escándalos de espionaje y guerra interna del líder del PP) y que todo se circunscribió a su negativa a facilitar la investidura de Mariano Rajoy con una abstención.
La situación vivida en 2016 era muy diferente a la actual. En aquella época, los socialistas vivían varios debates estratégicos y en cierta medida ideológicos sobre cómo afrontar el auge de Unidas Podemos: mientras que Susana Díaz era más partidaria de un cordón sanitario (como demostró al pactar la Junta de Andalucía con Ciudadanos), Sánchez sí era partidario de llegar a acuerdos.
No era el único punto de desacuerdo. Mientras Susana Díaz prefería dirigir al PSOE hacia una postura completamente beligerante con el nacionalismo catalán, Sánchez abogaba por mantener una posición más moderada: el Pedro Sánchez previo a las primarias exhibía grandes banderas rojigualdas y el posterior reconocía a Cataluña como una nación.
El punto de inflexión llegó con el mantra de la gran coalición: Susana Díaz mantenía la defensa de una abstención a Rajoy para que el PSOE se exhibiera como un partido de Estado, en mitad de una fuerte presión mediática contra Podemos y los nacionalistas. Pedro Sánchez consideraba este movimiento un suicidio político. Esto le costó un escenario prácticamente de golpe de estado, con un comité federal en el que empezó a vivir dimisiones y con la secretaria general del PSOE de Sevilla, muy próxima a Díaz, gritando en la puerta: "La única autoridad soy yo".
Pedro Sánchez conectó ampliamente con las bases de su partido, en una época en la que se premiaba, además, la lucha contra el sistema (herencia del 15-M), algo que evidenció que una de las mayores debilidades de Susana Díaz era la presencia de la vieja guardia en sus actos.
En el caso de Pablo Casado, la situación es diferente. A pesar de que el líder del PP intenta imponer el relato de la lucha contra la corrupción dentro de su partido, lo cierto es que tiene grandes debilidades: no tiene la prueba definitiva tal y como ha reconocido y, además, hubo un intento de espionaje que podría haber terminado financiado desde las arcas públicas, una oscura rememoración de la Trama Kitchen. Todo ello, sin olvidar las filtraciones que se han sucedido durante meses sobre la guerra interna entre Génova y la propia Ayuso, materializadas públicamente en la negativa a adelantar el Congreso Regional del PP.
El líder del PP, a diferencia de Pedro Sánchez, no tiene el apoyo de las bases. El votante conservador castiga con mayor dureza las guerras internas que la corrupción y la trayectoria. Esto se une a la gestión del caso, lo que ha provocado que sea visto a ojos de los simpatizantes del PP como el máximo responsable de la implosión del partido.
Sánchez se mostró con la épica de un líder que se enfrenta a los poderes mediáticos y a la vieja guardia de su partido por no mantener en el poder a un PP salpicado de la mancha de la corrupción, llevando los ideales de sus votantes hasta las últimas consecuencias. Casado, por la trayectoria, ha colgado el 'sambenito' de romper su partido y defenestrar a uno de sus activos electorales más relevantes por una mera guerra por el poder. Sánchez recibió apoyos en la puerta de Ferraz cuando cayó, Pablo Casado ha vivido una manifestación de 4.000 simpatizantes del PP exigiendo su salida.
La épica revolucionaria de Sánchez frente al elemento que rompe la unidad de acción de su partido por ambición, cada hecho tiene diferentes interpretaciones en función de las ideologías, sobre todo en un PP ampliamente jerárquico pero que ha sabido lavar tradicionalmente los trapos sucios en casa.
La única posibilidad para Pablo Casado sería que las primarias en su partido se celebrasen en mitad de una imputación de Isabel Díaz Ayuso o cualquier circunstancia judicial que certificase que sus sospechas eran ciertas. Los casos de corrupción suelen alargarse en el tiempo por la complejidad que entrañan las investigaciones y parece poco posible que esto vaya a suceder, sobre todo, cuando se pide la celebración del consejo extraordinario cuanto antes.
Pablo Casado tiene muchas dificultades para repetir la épica que llevó a Pedro Sánchez de la defenestración a volver a liderar su partido y terminar en la Presidencia del Gobierno. Las trayectorias que terminaron con ambos saliendo de la presidencia de sus partidos son diferentes, también los contextos y las percepciones de sus votantes. Nada se puede descartar en política, pero todo apunta a que el futuro de Casado está en otros ámbitos.