La actual República Democrática del Congo (RDC), un país repleto de recursos minerales y un completo estado fallido sumido actualmente en guerras enquistadas, fue en el pasado una suerte de finca colonial al servicio del rey belga Leopoldo II.
Bélgica era la metrópoli de este enorme país, que terminó sufriendo un genocidio perpetrado por los belgas, con atrocidades documentadas entre 1885 y 1908, mientras el monarca explotaba de forma infrahumana a la población para enriquecerse con minas y plantaciones de caucho, entre otros bienes.
Estos hechos dejaron diez millones de muertos (el 40% de su población) y que están documentados, entre otros, por el diplomático Roger Casement, el periodista Edmund Dene Morel y el escritor Joseph Conrad.
No fue hasta 1960 cuando Bélgica acordó otorgar la independencia de RDC, hasta que el país pudo celebrar elecciones libres y elegir a un mandatario democráticamente. El problema llegó después, cuando intentó gobernar sin someterse a injerencias de su antiguo colonizador.
Un "enemigo nacional" para Bélgica por su denuncia del genocidio
Patrice Emery Lumumba llegó al poder tras la independencia del país, pero tan solo pudo gobernar entre junio y septiembre de 1960. Un golpe de estado apoyado y financiado desde Bélgica y la CIA (Estados Unidos le suponía atributos comunistas) le derrocó del poder.
Arrestado, después fue ejecutado en la región oriental de Katanga por un pelotón de fusilamiento completamente respaldado desde las potencias coloniales, y después se intentó ejecutar un plan para ocultar el crimen diseñado por el entonces comisario de la policía belga, Gerard Soete... que no funcionó. En la actualidad, Lumumba es considerado internamente como un héroe nacional por la independencia y soberanía del país.
Bélgica había considerado a Lumumba como un enemigo nacional prácticamente desde su llegada al poder. Fue en junio de 1960 cuando el rey Balduino defendió en un discurso ante la independencia que Leopoldo II era el "civilizador" del país y que había traído prosperidad a RDC. Dejando de lado el expolio de recursos y el genocidio.
Lumumba salió entonces a pronunciar un discurso no programado que cambió radicalmente su visión. Habló abiertamente de la violencia y las verdaderas condiciones degradantes a las que se había sometido a su población.
La metrópoli, que no ha reconocido los crímenes hasta hace pocos años, rechazó sus palabras. Nunca se había hablado así de Bélgica y el país consideró que se había humillado a su monarquía y altos cargos de la administración colonial.
Su discurso se produjo en pleno auge de los movimientos anticoloniales y en un contexto de Guerra Fría y muchos historiadores han señalado que aquí firmó su sentencia de muerte. Bélgica, que quería retener el control del país a toda costa, implicó a Estados Unidos alegando que RDC tornaría hacia la Unión Soviética e implantaría un sistema comunista que podría llevar a un giro de África hacia el bando enemigo.
Desafíos independentistas y derrocado del poder
Con todo, el caos empezó a surgir en el país. La provincia sudoriental de Katanga, rica en minerales, declaró su independencia de manera unilateral y Bélgica aprovechó para enviar tropas argumentando que apoyarían la nueva administración al considerarla más afín a sus intereses, pero también en defensa de sus nacionales.
Lumumba fue poco después derrocado y poco más de una semana después se situó en el poder el jefe del estado mayor del ejército, el coronel Joseph Mobutu. El Gobierno belga ordenó su traslado al considerarlo fuente de inestabilidad y ordenó su traslado a Katanga.
Durante el trayecto fue brutalmente golpeado, al igual que a su llegada. Los líderes de Katanga decidieron entonces cuál sería su futuro.
Fusilado
La sentencia fue determinante. El 17 de enero fue fusilado junto a dos aliados. Fue entonces cuando el comisario de policía, el belga Gerard Soete, intervino y reclamó ocultar por completo el crimen, según aparece en el testimonio del libro 'De Witte The Assassination of Lumumba' ('El asesinato de Lumumba').
Armados con sierras y ácido sulfúrico, Soete movilizó a un equipo para destruir por completo los restos. Solo quedó un diente, que el comisario belga conservó como una especie de premio.
Soete no reconoció todo lo ocurrido y su implicación hasta 1999, cuando habían pasado cuatro décadas del crimen y reconoció que todos los restos del cuerpo habían sido completamente destruidos.
Las autoridades belgas no devolvieron a Congo el diente de Lumumba hasta 2022, el único resto que su familia pudo enterrar en su memoria.
El papel de Bélgica y Estados Unidos en el crimen está defendido por varios historiadores, además de los testimonios. 'Congo, una historia épica', del historiador David van Reybrouk, recoge cómo Bruselas y Estados Unidos compraron a un traidor que le arrebató el poder a Lumumba a cambio de dinero.
Se trata de Joseph-Désiré Mobutu, que después fue el dictador de Congo entre 1965 y 1997. Además, Bélgica también había establecido lazos con las autoridades de Katanga, donde trasladó a Lumumba para su asesinato. Allí buscaba continuar el expolio de los recursos minerales y mantener su influencia.
Guerra en RDC
En la actualidad, República Democrática del Congo (RDC), un país repleto de recursos minerales, continúa sumido en la inestabilidad. Las guerras derivadas de rivalidades étnicas infladas, intereses territoriales y políticos, han generado conflictos por la explotación de minas de oro y coltán.
Las guerras se suceden y el país no encuentra la paz. El llamado Movimiento 23 de Marzo (M23) nació en 2012 y opera desde la región Kivu Norte, con la desestabilización del país y el control de territorios donde el Gobierno no puede imponer su autoridad. RDC se mantiene en la lista de países donde se recluta a niños soldado.
Además, el país mantiene un conflicto diplomático con la vecina Ruanda, puesto que RDC denuncia que el país financia esta milicia, afirmación negada desde la otra parte.
Ruanda, por su parte, denuncia el papel de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), grupo armado rebelde fundado e integrado por Hutus responsables del genocidio de 1994 en Ruanda, que considera "totalmente" integrado en las fuerzas armadas de su país vecino en su combate contra M23.