"No tenemos nada que envidiarle a los americanos". Es un mantra que, de un tiempo a esta parte, se viene escuchando con bastante fuerza en el sector audiovisual. Cada vez hacemos más y mejores series, un cine más internacional... o eso nos creemos. Porque luego llegan los Premios Goya de la Academia, la gran fiesta del cine español como dicen los clichés, para demostrarnos que estamos mucho más lejos de lo que nos creemos, no ya sólo de Estados Unidos, también de nuestros vecinos europeos.
La mejor escenificación de todos los problemas endémicos del cine español la ha encarnado, sin quererlo ni pretenderlo, Paquita Salas. Salas es un personaje de ficción creado por Javier Calvo y Javier Ambrossi -directores nominados al Goya por 'La llamada'- e interpretado por el actor Brays Efe. Una representante cañí de actores convertida en un pequeño fenómeno en la red gracias a su serie en Flooxer, una plataforma de vídeo online creada por Atresmedia para el público joven. Paquita Salas tiene un nicho de fans muy acotado, pero mucho más ruidoso y atractivo para los anunciantes que los 89.343 espectadores que ha cosechado en cines 'Handía', una de las grandes triunfadoras de la noche con 10 goyas.
¿Y qué pintaba en los Goya 2018 un personaje de ficción presentando un premio? Pues que la plataforma de streaming Netflix ha adquirido los derechos de la serie 'Paquita Salas' y estrenará su segunda temporada este año. Netflix, que tiene un presupuesto de marketing casi ilimitado y maneja las redes sociales con maestría, ha pagado por promocionar de esta forma su serie en los premios.
La Academia de Cine que se vende al mejor postor
El product placement de Netflix en los Goya 2018 no habrá sentado demasiado bien a RakutenTV, que además de ser competencia directa de Netflix era uno de los patrocinadores oficiales de la gala. Porque la Academia de Cine se ha vendido al mejor postor. Si ya otros años era problemático el patrocinio de una marca de perfumes de imitación, este año la alfombra roja se ha llenado de logotipos.
¿Os imagináis el glamour de los Oscar, los BAFTA e incluso los César acompañado de un mosaico de logotipos comerciales detrás? Pues eso han sido los Goya 2018, donde hasta cinco marcas se turnaban por imprimir su enorme logotipo de espaldas a las estrellas del cine patrio.
Paquita Salas y la realidad alternativa
Y de repente aparece una Paquita que, a diferencia de lo que se suele hacer en estas galas (bromear con los presentes sobre las desdichas del cine español), empieza a hablar de 'Narcos', de su Lidia San José, de 'Servir y proteger', de 'Pasapalabra'... y de Carlota Corredera (presentadora de 'Cámbiame' en Telecinco). ¿Cuántos de los presentes en el auditorio sabrían quién es Carlota Corredera? Probablemente no demasiados pero, a diferencia del resto de la velada, Paquita sí introdujo en los Goya conceptos reconocibles para un gran público que jamás había oído hablar de 'La Librería' o muchos de los otros nominados.
Los vicepresidentes de la Academia se jactaron de la buena acogida del cine español, olvidándose destacar que las películas responsables de la mayoría de ese éxito comercial y que sí serían reconocibles para los espectadores, ni se las veía ni se las esperaba en la gala.
Y otra de las que tal vez sí podría haberle sonado al gran público, 'Fe de etarras', tuvo que estrenarse en algunos cines para intentar colarse, sin éxito, entre los premios, debido a las anacrónicas normas de la Academia.
Tenemos mucho que aprender de Paquita Salas... o no
Sí, los Goya tienen muchos problemas. Y la edición de este año más (ni nos hemos atrevido hablar de la desastrosa labor de Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes como maestros de ceremonias, que pasará a la historia junto a aquella de Antonia San Juan).
Sí, tenemos que aprender de Paquita Salas. Acercar los premios al gran público reconociendo también el cine español que sí se ve. Abrazando las nuevas formas de distribución sin complejos, las redes sociales y las grandes coproducciones internacionales en lugar de reclamar bajadas de IVA.
Pero eso no significa caer en lo chabacano. Ni transformar la Academia de Cine en una tómbola. Ni querer atraer solo a un tipo de público elitista pero al final darte cuenta que eres tan cutre que te tienes que trocear y vender por un puñado de euros. O un plato de torreznos con Larios. Porque en Estados Unidos habrá Zara, pero no hay Larios.