La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha generado un terremoto geopolítico. El aislamiento de Rusia, por ejemplo, ha llevado a un acercamiento entre Estados Unidos y Venezuela para suplir la falta de crudo que provocará el enfriamiento de relaciones con el Kremlin. De manera más tímida, esta situación también parece estar replicándose con Irán.
El resultado de la invasión en Ucrania hacía temer un efecto rebote en Taiwán. Si China llegase a replicar a Rusia y Occidente replicase la respuesta beligerante en el aspecto económico, pudiera llegar a existir un cierto telón de acero con China y Rusia completamente separadas de Occidente y llevándose a un número de países hacia su órbita.
China está jugando un papel ambiguo en la crisis. A nivel internacional ha apoyado el intento francoalemán de lograr un alto el fuego en Ucrania y ha llegado a calificar de "guerra" tras días en los que había evitado utilizar una palabra que el Kremlin sustituye por "operación militar".
Pero a nivel interno, lo cierto es que la adhesión a Rusia es clara. Los medios de comunicación chinos difunden únicamente que lo ocurrido en Ucrania es una mera "operación militar especial", según la cadena CCTV; que Estados Unidos podría estar financiando un programa de armas biológicas en Ucrania y que el presidente ruso, Vladímir Putin, es una víctima que defiende a una Rusia cercada por la OTAN. Pura fidelidad a su socio vendida a 1.400 millones de habitantes.
De hecho, un análisis publicado por la cadena CNN revisó casi 5.000 publicaciones en redes sociales de 14 medios de comunicación estatales chinos durante los primeros ocho días de la invasión rusa publicadas en Weibo, el Twitter chino. Entre las 300 publicaciones más compartidas sobre Ucrania, casi la mitad, unas 140, eran lo que CNN clasificó como prorrusas, a menudo con información atribuida a un funcionario ruso o recogida directamente de los medios de comunicación estatales de Rusia.
Todo esto se ha materializado en movimientos como respetar la "soberanía e integridad territorial de acuerdo a la Carta de la ONU", mientras que a la vez reconoce las "legítimas preocupaciones de Rusia en materia de seguridad", motivo por el que llama a una "resolución pacífica". Es decir, todas las posiciones posibles para no mostrarse determinantemente en ninguno de los bandos.
Una doble cara
La situación de Ucrania ofrece una doble cara para China en estos momentos. Apoyar abiertamente la postura de Rusia fortalecería sus lazos con su principal socio internacional frente a su gran rival en estos momentos, Estados Unidos. También podría dar alas a China para tener apoyo en el futuro de cara a una invasión de Taiwán. Pero también se podría exponer a cierto ostracismo internacional como el que ya está dañando la economía rusa, e igualmente ya está viendo los precedentes que está viviendo la economía rusa y China tiene mucho que perder.
Por otro lado, ese apoyo también debilitaría el argumento de Pekín bajo el que sustenta algunas de sus políticas más polémicas, de violación de derechos humanos, como los campos de reeducación de Xinjiang o el recorte de libertades en Hong Kong: la autonomía de los países, el principio de soberanía nacional y no injerencia exterior.
De hecho, el argumento de la soberanía nacional ha sido una constante en Pekín para asegurar que este principio está por encima del resto de preocupaciones, incluido el respeto a los derechos humanos. Un concepto que, por cierto, las autocracias venden falazmente como una imposición que las potencias occidentales quieren imponer en sus territorios para debilitar sus culturas, para ello puede verse este ejemplo, como uno de miles.
China sigue, mientras tanto, sin revelar sus cartas por completo. Por ahora, apuesta por un papel mediador, en cierta medida dialogante, pero cercanamente ruso a nivel interno. Si hará un frente común con Rusia o si finalmente acorralará a Putin parece ser una incógnita en una potencia llamada a liderar el escenario económico mundial.