En 2016 el panorama eclesiástico estuvo marcado por las acusaciones de abusos contra el sacerdote Peter Hullerman que, entre 1977 y 1982, agredió sexualmente a un hombre de Baviera que en ese momento era menor.
Sin embargo, estos abusos no fueron el foco de la polémica, sino que esta se agravó cuando el acusado fue trasladado a la diócesis pastoreada por Joseph Ratzinger. A partir de aquí, las dudas y sospechas cayeron sobre la figura de Papa emérito: ¿encubrió Benedicto XVI a un cura pederasta cuando era arzobispo de Múnich?
Ratzinger aseguró que, en un primer momento, desconocía el caso por el que culpaban a Hullerman, pero, poco más tarde , reconoció que sí que se admitió al acusado en la diócesis a pesar de conocer las acusaciones. El Papa comentó que, por "error", no había dicho que asistió a una reunión en la que se abordó el caso cuando era cardenal de Múnich.
"Este error, que desgraciadamente se ha producido, no ha sido intencionado y espero que sea disculpable. Ya he dispuesto que el arzobispo Gänswein lo comunique en su declaración de prensa del 24 de enero de 2022. Esto no quita en absoluto el cuidado y la dedicación que era y es un imperativo evidente para esos amigos", apuntó en su día el Sumo Pontífice. De esta manera, Benedicto XVI es desde ese momento acusado de encubrimiento y omisión.
Sin embargo, ni el alemán ni la Santa Sede han afirmado nunca que el Papa emérito conociera las razones por las que el cura pederasta solicitaba el traslado. Según Ratzinger, en la reunión tan solo se comentó que el cura precisaba de alojamiento en Múnich ya que iba a hacer terapia allí, pero en ningún momento se reveló los motivos por los que tenía que tratarse. No obstante, conocedores de la administración vaticana consideran difícilmente creíble dicha explicación.
Esto es aun más extraño si se valora que, en la denuncia presentada ante los tribunales figura un informe sobre el sacerdote que demuestra que las autoridades religiosas decidieron trasladarlo a otro lugar en vez de entregarlo a la justicia. De hecho, Hullerman estuvo activo hasta pasados cuatro años de su acusación, en 2010, periodo en el que volvió a reincidir y a ser tapado nuevamente por los sucesores de Benedicto XVI.
El Papa emérito decide testificar
La causa ha vuelto a tomar camino a raíz de que el Papa aceptase testificar en el juicio abierto por un tribunal del sur de Alemania. Así, este caso ha llegado a los tribunales y están tratando de determinar si Benedicto XVI aceptó la llegada del cura sabiendo las razones de su traslado o si lo que dice él corresponde con la verdad.
Tras esto, se determinarán las posibles consecuencias civiles y penales de su encubrimiento, aunque dada la avanzada edad del Papa este jamás podría entrar en prisión. En el caso de no haber dado el paso de querer testificar, se le habría declarado en rebeldía.