"¡GILIPOLLAS!". Qué a gusto se queda uno después de dedicarle este apelativo a quien nos esté tocando demasiado las narices o haya demostrado tener pocas luces. Según el contexto, también se puede usar en tono cómico, entre risas de amigos. Sirve pa' tó. Por algo es el insulto más utilizado en España pero... ¿cuál es el origen de esta palabra?
Probablemente no tengas ni idea de dónde procede a pesa de ser una palabra de lo más arraigada en tu vocabulario diario. Según el Diccionario de la Real Academia Española, esta palabra es una vulgarización del adjetivo «gilí», término que designa a una persona tonta o lela y que procede del vocablo caló «jilí», cuyo significado es "inocente o cándido".
Origen castizo
Sin embargo, desde el blog Secretos de Madrid desvelan un origen mucho más castizo para esta palabra. Habría que retroceder hasta finales del siglo XVI, cuando don Baltasar Gil Imón de la Mota ocupaba el cargo de fiscal del Consejo de Hacienda.
Según las crónicas de la época, Gil Imón aprovechaba su posición para acudir acompañado de sus dos hijas a todos los eventos y fiestas en los que se daba cita lo más granado de la sociedad madrileña. El objetivo era encontrar en estos actos a algún mozo de buen ver y en edad casadera que pudiera emparejarse con sus hijas.
Feliciana e Isabel eran los nombres de las hijas de Gil Imón. Ambas eran muy poco agraciadas físicamente. Además, tampoco poseían una inteligencia especialmente desarrollada. Así, con semejantes dotes, resultaba muy difícil emparejarlas y los posibles pretendientes huían en cuanto las veían pasar o su padre insistía en presentarlas.
Tal era la fama de esta táctica del alto funcionario que cada vez que aparecía en una fiesta junto a sus hijas, las malas lenguas comenzaban a comentar entre sí: "Ahí va don Gil con sus pollas", palabra usaba en la época para referirse a las mujeres jóvenes.
La asociación de ideas fue inevitable y los amantes de la sorna y el ingenio no tardaron en fundir los conceptos para crear "gilipollas". Así, cuando se quería señalar a alguien corto de entendederas o algo alelado, se aludía a las "pollas" de Gil Imón.
Para los más curiosos, se desconoce si Gil Imón cumplió su objetivo de casar a Feliciana e Isabel. Lo que si consiguió es dar nombre a una calle, una pequeña vía cercana a la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid.