¡Ay! Ese momento en el que tienes más hambre que la moñoño y te dispones a saquear la nevera como un cosaco... pero... espera... ¡¿No estabas con la operación bikini?!
Ese momento de sufrimiento, en el que no sabes qué hacer para paliar esa babilla que se te cae de la boca y el estruendo de unas tripas que parecen gritar y gritar y tú tan agobiado hasta que llegas a la conclusión, a las 3 de la madrugada y tras unas cuantas horas de pensamiento, de terminar así frente a la nevera:
Sí, estás haciendo el ridículo. "Pero al menos no engordo", pensarás. ¡Pues estás completamente equivocado! No lo decimos nosotros, lo dice la ciencia, que conste.
Según un estudio organizado por la Universidad de Berkeley publicado en la revista Cell Metabolic, la 'babilla' que se te cae cada vez que hueles comida tiene una consecuencia detrás: tu metabolismo está cambiando.
Así lo han demostrado después de analizar el comportamiento de varios ratones, unos normales, otros con el sentido del olfato superdesarrollado y otros que carecían completamente de él.
Tras bloquear el olfato en los que no olían, los investigadores procedieron a imponerles el mismo tipo de dieta rica en grasas. Y pudieron comprobar que, con la misma comida, los que no tenían olfato engordaban un 10% su peso, mientras que los que sí lo tenían llegaban a aumentar un 100%.
Así, según la capacidad olfativa de los ratones influía de manera determinante a la hora de que los roedores cogieran más o menos peso mientras que consumían el mismo tipo de dieta rica en grasas.
Con el tiempo, los investigadores terminaron por retirar el olfato a los ratones ya obesos. Fue entonces cuando pudieron comprobar que comenzaban a perder peso de manera exponencial hasta retornar al peso de un ratón normal, a pesar de continuar con la misma comida alta en grasas.
Por ello, los investigadores llegaron a la siguiente conclusión en su estudio: "tal vez el olfato es un truco del cuerpo para almacenar calorías mientras se busca el alimento, por si acaso no llegamos a comer. Una vez que el alimento está aseguado, el cuerpo se siente libre para quemar esas calorías". Por todo ello, si no tenemos olfato, nuestro organismo tenderá a quemar las calorías de forma directa antes que a almacenarla.
Con ello, los investigadores han apuntado a una posible aplicación que podría solucionar la vida de muchas personas: "Las personas con trastornos alimentarios a veces tienen dificultades para controlar la cantidad de comida que están comiendo y tienen un montón de antojos", por ello, "creemos que las neuronas olfativas son muy importantes para controlar el placer de los alimentos. Si pudiésemos bloquear el olfato temporalmente, podríamos bloquear los antojos en estas personas y ayudarles a controlar su ingesta de alimentos".
Ahora, a falta de continuar con las investigaciones, los investigadores parece que tienen clara una conclusión: "Los sistemas sensoriales juega un papel en el metabolismo. El aumento de peso no es puramente una medida de las calorías tomadas, sino que también se relaciona con cómo se perciben esas calorías".