El caso de Olivia Farnsworth es único en el mundo. Esta niña ha vivido de forma normal en la ciudad inglesa de Huddersfield, a medio camino entre Manchester y Leeds. Sin embargo, desde que era pequeña manifestó algunos síntomas que la diferenciaban del resto de los niños.
Cuando era un bebé, la madre de Olivia se percató de que no lloraba casi nunca. Al principio pensaba que no era extraño y que simplemente había tenido la suerte de tener un bebé tranquilo. Sin embargo, a medida que la niña crecía observó que tenía dificultades para dormir. Notó que estaba todo el día activa y que huía de dormir la siesta.
Esto en cualquier niño hubiera pasado factura por la noche, pues tanto dinamismo por el día haría que cayeran rendidos en la cama. Pero Olivia no era así. Independientemente de la hora, ella estaba enérgica. Incluso había momentos en los que despertaba a sus padres, que tenían que darle un somnífero.
Tampoco tenía apetito, solo comía obligada por sus padres, que continuamente le insistían que lo hiciera. Estas carencias de dolor, sueño y hambre hizo que su madre comenzara a llamarla "bebé de acero".
El momento clave
Sin embargo, ninguna de estas características fue lo suficientemente relevante para que sus padres sospecharan de que su hija era una excepción en el mundo. El momento en el que se empezaron a replantear que quizá lo que le ocurría a su hija iba más allá de lo que podría ser su propio temperamento fue cuando empezó a ir a la escuela. Ahí ocurrió un hecho que se escapaba de lo normal. Olivia se cayó y se hizo una profunda herida en el labio por la que sangraba sin parar. Sin embargo, reaccionó como si nada ocurriese.
Este incidente acabó en una pequeña cirugía a la niña, que seguía sin aparentar ninguna sensación de dolor. El médico que la trató observó este fenómeno y alertó a la familia de la rara condición de su hija. Los padres seguían sin darle importancia al asunto.
Pero, poco tiempo después, un vehículo atropelló a la niña, arrastrándola durante más de 20 metros. Tras esto, la niña se levantó totalmente inmune al dolor, ignorando por completo lo sucedido.
Los médicos explicaron que no le había sucedido nada, principalmente, porque durante los 20 metros en los que fue arrastrada por el asfalto su cuerpo estuvo relajado, lo cual benefició a que no se produjera ninguna fractura. De esta manera, descubrieron que Oliva no solo no sentía dolor, sino que tampoco tenía ninguna noción de peligro. Esta carencia fue lo que hizo que le resultase insignificante que el coche le atropellara.
La explicación científica
Los médicos han explicado que la ausencia de dolor, apetito, sueño y peligro que convierten a Olivia en la "niña biónica" tiene que ver con su cromosoma 6. Según los expertos, este cromosoma presenta una alteración tan significativa que lo deja inutilizado.
Para Olivia, esto es una tragedia. Ella no se da cuenta de que necesita dormir porque no tiene sueño, ni que necesita comer porque nunca tiene hambre. Y lo que es peor, su ausencia de dolor indica que no posee las señales internas que la alertan sobre lo que necesita para seguir viviendo, lo que es muy peligroso ya que puede acabar dañando su organismo.