Oleg Sviridov, de 32 años, guardaba vídeos en su teléfono móvil en los que abusaba de varios niños de la aldea de Vintai, en la región rusa de Samara. Hasta que, una jornada, bebió junto a Vyacheslav M, de 34 años, que vio las imágenes en su teléfono móvil. En ellas, aparecía violando a su propia hija.
El padre de la menor se enfrentó inmediatamente a Sviridov. El pederasta era un amigo cercano de la familia de Vyacheslav y había cuidado en varias ocasiones de su hija, momentos en los que había aprovechado que no había nadie más para abusar de ella.
El teléfono de Sviridov contenía otros vídeos que mostraban violaciones a otras niñas de la misma localidad, con edades comprendidas entre los seis y 11 años. Vyacheslav presenció el material del teléfono hasta que finalmente tomó una decisión.
Le dio un ultimátum: se debía entregar a la policía para confesar todos sus crímenes o, directamente, quitarse la vida. Sin embargo, más tarde, Vyacheslav adoptó otro plan. El padre de la menor le llevó a un bosque cercano con una pala, seguí confesó su mujer.
Una tumba
Vyacheslav ha admitido que hubo una pelea con cuchillos en una tumba improvisada que hizo construir a su víctima en mitad del bosque. Sin embargo, en su relato ante la policía, asegura que Sviridov se cayó accidentalmente sobre el arma y murió. La policía cree que, realmente, le mató como venganza por todo lo sucedido tras obligarle a cavar una tumba.
Ahora, el hombre se encuentra bajo arresto domiciliario a la espera de una investigación por asesinato. Por estos hechos, podría enfrentar una condena de 15 años de prisión si finalmente es declarado culpable. Los vecinos le apoyan por "salvar a nuestros hijos librándonos de un agresor sexual infantil" y han financiado colectivamente a un abogado. Unos 2.500 lugareños han firmado una petición en su apoyo.