La pandemia del coronavirus promete desencadenar un cambio en nuestros hábitos de vida, algunos temporales y otros permanentes. Al igual que sucedió durante el 11-S y el embarque en los aviones, la crisis del coronavirus llevará a tomar medidas drásticas en lugares públicos con el objetivo de evitar una nueva crisis.
Uno de esos cambios llegará a los baños públicos, uno de los lugares más sensibles a la hora de evitar la dispersión de cualquier tipo de patógeno. Por el momento, hay constancia de que este virus se va a cobrar un elemento que nos ha acompañado durante prácticamente toda la vida: los secadores de manos.
Se trata de un elemento que llevaba varios años en el punto de mira de los epidemiólogos, puesto que se convierte en un principal foco de propagación de virus y bacterias. Sin embargo, en una situación como la que acabamos de vivir, habrá cambios: se sustituirán por otros medios alternativos de secado mucho más seguros.
Frente a ello, el medio con mayores posibilidades de prosperar son las toallitas de papel desechable. Esa es la propuesta de tres investigadores de la Universidad de Leeds (Reino Unidos), la Dra. Ines Moura, el Dr. Duncan Ewin y el profesor Mark Wilcox. Los tres iban a presentar, precisamente, una investigación con conclusiones en este sentido en el Congreso Europeo de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (ECCMID), que fue suspendido por la pandemia.
Como se ha apuntado durante las últimas semanas, el lavado de manos y su posterior secado es la principal barrera de prevención de contagios. En esta cadena, el secador de manos entraña dos problemas: su desinfección resulta especialmente complicada y su naturaleza de expulsión de aire incrementa exponencialmente la difusión de microorganismos.
Las conclusiones del estudio
El estudio que hemos mencionado fue determinante para escenificar el riesgo al que nos enfrentamos cada vez que utilizamos un secador de manos. Para ello, cuatro voluntarios simularon una contaminación mediante un virus bacteriófago, es decir, activo contra bacterias pero inocuo para el ser humano.
Posteriormente, caminaron por un hospital, donde se apreció que los cuatro se tocaban sin ser conscientes el pecho (cruzando los brazos) o el pantalón, un gesto inconsciente que realizamos con frecuencia. Esto fue determinante para hallar restos del patógeno en puertas, barandillas de escaleras, botones de ascensor, asientos, teléfonos, los propios delantales, reposabrazos... hasta los lugares más insospechados y con mayor exposición.
Al analizar los resultados, se pudo concluir la diferente eficacia entre el secador de manos y las toallitas desechables: una disminución de 100 unidades víricas por microlitro para el primero, frente a 1.000 del segundo.
De hecho, en 10 de las 11 superficies analizadas, la contaminación alcanzada era diez veces superor tras el uso de secadores, con los que siempre había rastro del patógeno, algo que tampoco se repetía con el uso de toallitas.
Por todo ello, el estudio concluye que la eliminación de los secadores de manos y su sustitución por toallitas de papel desechables ayudaría determinantemente a la reducción de la contagiosidad del virus.