Los feligreses de San Carlos del Valle, un pueblo situado en Ciudad Real, llevaban diez años soportando las indebidas conductas del párroco de su iglesia, Miguel Palomar. Al parecer, el sacerdote mantenía para con el pueblo una conducta bastante polémica, al predicar, entre otras cosas, que quien padecía cáncer era porque lo merecía.
Los vecinos han atestiguado varios episodios que ponen en entre dicho la praxis del sacerdote. A parte del comentario antes mencionado, este cura rechazaba la colocación de rampas para que personas con discapacidad pudieran acceder al templo o se negaba a dar la comunión por llevar un bebé en los brazos.
Además, muchos de ellos han puesto en cuestión la honradez de Palomar a la hora de llevar las cuentas de la Iglesia. El propio alcalde de la localidad lo describe como "un sacerdote prepotente y un soberbio a quien lo único que le gusta es el dinero". Definición que se corrobora con el episodio vivido por Ramona María del Pilar, una vecina que retiró su donativo de 6.000 euros al año a la parroquia por desconfiar de la gestión del dinero. Cuando la mujer fue a comulgar, como tradicionalmente hacía, el sacerdote le negó el sacramento.
Alejado de la vida pública
Así otros feligreses hablan de comportamientos irresponsables, como no oficiar un funeral por irse de viaje, olvidar fechas de bodas o no acudir a citas importantes por quedarse dormido.
Después de las repetidas quejas al Obispado, este ha decidido atender al fin las réplicas de los vecinos de San Carlos, y ha optado trasladar a Palomar a un puesto donde no tenga que estar en contacto con feligreses, concretamente al Archivo Diocesano de Almagro.