Ganar Eurovisión es prácticamente una lotería. Muchos lo intentan, pero muy pocos lo consiguen, siendo el cúmulo de numerosos factores en una fórmula que además cambia cada año. Si bien levantar el micrófono de cristal es una heroica al alcance de muy pocos, también suele estar claro que el trabajo de cara al festival suele traer resultados.
Recién llegado a la Presidencia de RTVE, José Manuel Pérez Tornero confirmaba que la pública "se iba a tomar muy en serio Eurovisión". Semanas después y con secretismo máximo, el ente confirmaba un acuerdo a tres con la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de Benidorm para resucitar su célebre festival, iniciando un proceso a contrarreloj de seis meses donde había que armar un certamen representativo de la cultura y música española que cuajara en una candidatura competitiva para Turín.
Del Benidorm Fest hemos hablado ríos de tinta y estamos todos más o menos de acuerdo que, pese a las polémicas suscitadas, fue un éxito de audiencia y público. Más allá de la victoria de Chanel Terrero, las canciones elegidas para el certamen copaban listas de éxitos las semanas posteriores y ni un solo artista no crecía en streamings y presencia en medios tras su aparición por el festival.
En el Palau d'Esports de l'Illa de Benidorm comenzaba a fraguarse la candidatura española a Turín. A una trabajadora incansable como Chanel Terrero se le pasaba por delante un tren, una llamada definitiva tras años de picar piedra en la industria audiovisual y los musicales. Junto a ella, Pol Soto, Josh Huerta, Exon Arcos, María Pérez y Raquel Caurin cuadrarían el círculo de una candidatura ganadora desde el inicio, gracias al impulso de BMG, la composición de un Leroy Sánchez que aparecería por Eurovisión por tercer año consecutivo, y el escenógrafo Kyle Hanagami, el que redondearía el concepto con una coreografía y puesta en escena digna de gran show americano.
El cóctel parecía perfecto, pero era el cierre a meses de trabajo exhaustivo y de volver a aprender lo que era Eurovisión y adaptar RTVE al festival del siglo XXI.
Un cambio de delegación con hambre
Ha sido un año de cambios profundos en la corporación de RTVE. Eurovisión no iba a ser menos, y en ese giro de caras nuevas en la parcela de contenidos y entretenimiento, se optaba por un cambio en la jefatura de delegación apostando por Eva Mora. Siendo un perfil asociado al festival, ya que trabajaría en el mismo desde 2012, sería su excelsa labor informativa durante la dichosa pandemia del coronavirus la que nos haría verla día sí y día también durante el inacabable 2020.
Una casualidad como el embarazo de Julia Varela le haría presentar junto a Tony Aguilar aquel 'Eurovisión: Shine A Light' que sirvió de sustituto pobre del festival cancelado en 2020, Meses después sería la cara visible de una delegación que buscaba abrirse de nuevo a Europa. Siempre acompañada de "su chaleco antibalas", la Directora de Comunicación y Participación María Eizaguirre, el tándem supo desde el primer momento entender la realidad de un fandom exigente pero leal como es el de Eurovisión. Convivir entre trabajo exhaustivo y procesos de selección con la sorna y el meme fueron grandes aciertos para una delegación que supo armar un festival musical en RTVE después de mucho en tal solo seis meses.
De frente a los medios y con total transparencia, entre acto y acto ante la prensa, la nueva RTVE nunca escondió que se iba a ganar Eurovisión, formando un grupo de trabajo con un rasgo en común: organizarlo con gente de la casa.
Nombres como los de César Vallejo e Irene Mahía (ellos sabían más que de sobra lo que era Eurovisión tras años y años en la casa), Fernando Macías, Virginia Díaz, Esteban Calle o Javi Martín formarían un grupo de trabajo con mucho por hacer y sobre todo por solventar.
Junto a ello, es relevante asumir que RTVE nunca negó tener mucho que aprender. Organizando casi como carta de presentación un coloquio con nombres relevantes de la escena eurovisiva como la Jefa de Delegación portuguesa Carla Bugalho o el ex-Jefe de Delegación Nicola Caligliore, la nueva dirección viajó a Portugal o Italia para conocer sus festivales, al mismo tiempo que volvió a ser jurado de un Melodifestivalen que siempre se consideró un ejemplo. El 'pasilleo' tan importante en el festival volvió a estar asociado a España, algo clave de cara a las relaciones en Eurovisión.
Una conciencia de Eurovisión como eslabón europeísta para la juventud
Tornero definía Eurovisión básicamente como un producto eminentemente europeo y muy afín a los jóvenes. Una y otra vez desde la pública se recalcaba que la juventud era la gran olvidada tras la pandemia y que Eurovisión reunía a un target joven que, siendo realista, comenzaba a estar cada vez más lejos del consumidor habitual de RTVE.
Por ello, la creación del Benidorm Fest, la apuesta decidida por Eurovisión o incluso el futuro Hispavisión de 2023 responden a la necesidad de que la pública vuelva a tener presencia a nivel europeo e internacional y al mismo tiempo enganche de nuevo a los jóvenes gracias a un festival diverso e inclusivo y un show audiovisual musical, una parcela olvidada por la corporación en los últimos años.
Así, el Benidorm Fest acabaría siendo la emisión no deportiva más vista del año, alcanzando un 21% de audiencia. Eurovisión, por su parte, convencería a seis millones de personas para un 50% de audiencia, números que serían incomprensibles sin el impulso joven (72% entre personas de 13 a 24 años). Al igual que para muchos el exitazo de Rosa López con la primera 'Operación Triunfo' y su séptimo puesto en Tallin fue el inicio eurofan en sus vidas, el 'Chanelazo' lo ha podido ser para muchos más, los que terminarán teniendo una unión indisociable con RTVE gracias al concurso. Un 'win-win' de manual para la pública.
Un giro hacia el entretenimiento
Si tres de cada cuatro jóvenes que ven la televisión te eligen por Eurovisión, es indudable que tienes que darle contenidos sobre el festival. Si bien el área digital de RTVE respecto a Eurovisión siempre ha sido la parte más brillante de las coberturas de cada año, ahora, parece que el impulso ha llegado también aquí, optando la pública por crear contenidos exclusivos con una variante que parece decidida a quedarse en Eurovisión: la de hacerlo todo más desinhibido y cercano a la juventud.
Por ello, formatos como 'Stage Calling' o 'Eurodramas y Comedias' han terminado creando liturgia en el camino eurovisivo con los más jóvenes. Además de vender Eurovisión, crear una cita semanal en plataformas afines a este target como puede ser Twitch, es un acierto. Nunca se dejó de informar sobre Eurovisión, pero hacerlo ahora con gente cercana como Carolina Iglesias, Fede Arias (que llegó hasta a raparse en directo) o Dani Borrego, es un acierto rotundo. Hablar de tú a tú al espectador siempre funciona.
Un plan: ganar el festival
La ambición es innegable en esta nueva RTVE respecto a Eurovisión. El ejemplo de Chanel y su equipo es la buena muestra del hambre por ganar el festival. El tercer puesto supo a gloria, pero las caras en la Green Room al recibir el televoto eran un poema: un tercero es el mejor puesto en 27 años, pero estos chicos querían ganar.
Desde ya este grupo de trabajo se pone entre ceja y ceja dos horizontes: el Benidorm Fest de 2023 ya sin pandemia y Eurovisión Junior, el que visitará la exótica Ereván, en Armenia. ¿El reto? Ser competitivos de nuevo. Desde la pública prometen seguir buscando talento puro como el de Chanel Terrero, a sabiendas de que el éxito de la hispano-cubana acabará trayendo mucha cara conocida a una segunda edición en la que se espera más aforo, más eventos y una celebración muchísimo más solicitada.
De camino a esos objetivos, quedará por saber dónde será el festival, y quién sabe si acaba siendo en España. Desde el final de la gala, RTVE en boca de María Eizaguirre confirmaba que España se ofrecía en solidaridad a todo lo necesario para ayudar a celebrar ese festival que ganaran los Kalush Orchestra con un impulso del televoto nunca antes visto. Esa predisposición habla mucho de esa RTVE de Tornero que quiere ser pieza importante en la UER, y conseguir ese peso que debe tener en Europa por infraestructura, longevidad y capacidad económica.
Por ello, estén por seguros que la audiencia pedirá ganar cuanto antes, pero volviendo al principio, en esto no hay fórmulas mágicas. El trabajo ha traído la mejor posición en 27 años, la mayor puntuación histórica de España triplicando la anterior de Mocedades en 1973, y una ola de ilusión nacida en el levante español y contagiada a toda Europa. El año que viene veremos la vuelta de tuerca de España en el festival, pero lo que sí es seguro es que trabajo no faltará y que los resultados avalan que estamos en buenas manos.