Si pudiéramos elegir en qué tipo de sociedad nos gustaría vivir, probablemente muchos de nosotros apostaríamos por una sociedad avanzada y moderna, en la que disfrutáramos de amplias libertades e importantes derechos en la que nos pudiéramos respetar el uno al otro, por encima de nuestra raza, sexo u orientación sexual. Es posible que estemos caminando hacia una sociedad parecida a la que se acaba de describir, puede incluso que estemos cerca de lograrlo, pero todavía hay cuestiones que nos hacen retroceder.
La violencia de género, el reciente repunte de agresiones homófobas en ciudades tan importantes como Madrid, o el acoso escolar nos convierten en ciudadanos con una tarea pendiente e importantísima para nuestro desarrollo: erradicar la violencia. El bullying, en concreto, es un tipo de violencia que se solapa habitualmente, que se esconde detrás de argumentos que restan importancia a una mancha de nuestro pasado y de nuestro presente.
El acoso en las aulas es un problema evidente que cada vez resulta más difícil de suprimir. Las diferentes formas de violencia como los insultos, las agresiones físicas o el ciberacoso se multiplican. Y, en la mayoría de ocasiones, se produce a espaldas de profesores y padres que viven ajenos a la pesadilla.
Los testigos, la clave
Pero, a diferencia de cuestiones como el terrorismo machista, en este tipo de violencia existe un factor que nos puede facilitar el camino hacia su propia eliminación. Se trata de los espectadores pasivos, los testigos, que con su silencio se han convertido en cómplices de los agresores. Son niños y niñas que, en la mayoría de ocasiones, presos del miedo a sufrir consecuencias o a ser señalados, prefieren callar ante la violencia y el acoso, y continuar su camino intentando huir de convertirse en una de las víctimas.
Numerosas iniciativas ya han puesto el foco en ellos. Nos hemos dado cuenta de que estos testigos se pueden convertir en nuestros mejores aliados para luchar contra el bullying. Quizá, la iniciativa más mediática y actual sea la propuesta por Mediaset España, titulada "Se buscan valientes" que, de la mano de El Langui y con la música como medio de expresión intenta animar a denunciar a los testigos de casos de acoso escolar.
Y es que ha calado la idea del que denuncia se convierte en un chivato. Y al chivato, en lugar de aplaudirle por su valentía, se le tacha de traidor y no solo sufre el estigma, sino también las consecuencias de haberse posicionado a favor de la víctima.
"No nos dejéis solos" y el factor sorpresa
En la misma línea, en la búsqueda de aliados, Cristian Alarcón ha decidido poner en marcha un proyecto diferente. Este joven es consciente de que no basta con explicarles a nuestros niños y adolescentes que tienen el deber de dar la cara por sus compañeros, sino que hay que sorprenderlos. Hay que captar su atención y lograr que nuestro mensaje cale. Que les haga reflexionar, que no se olviden de él fácilmente, que se planteen las cosas, que se hagan preguntas. Y a Cristian se le ha ocurrido la manera de lograrlo.
El factor sorpresa. El proyecto "No nos dejéis solos" gira en torno a este novedoso mecanismo de transmitir un mensaje. Pillar desprevenida a la audiencia, utilizar la tecnología y los medios audiovisuales para sorprender a la persona a la que va dirigida la campaña. Este es el secreto del éxito de la iniciativa creada por Cristian y Miguel Agramonte, que promete no pasar desapercibida en los centros escolares.
Cuenta Cristian, de 22 años, que recuerda a la perfección cómo la mayoría de sus compañeros de instituto ignoraban las conferencias, las charlas y los talleres que en su centro se impartían con intención de concienciar al alumnado sobre relevantes temas como la violencia de género o la educación sexual. Charlas aburridas, repetitivas y de escaso interés, que no aportaban nada nuevo, que no atrapaban a los alumnos y que no dejaban en ellos el poso que intentan sembrar este tipo de iniciativas. Y así nace "No nos dejéis solos"
Un nuevo giro a las campañas de concienciación
"La mayoría de los jóvenes menosprecian cualquier estímulo que no sea audiovisual. Y creo firmemente que, por mucho que se aleccione a los alumnos sobre el bullying, no llegarán a tomárselo en serio nunca. Lo que necesitan es un golpe de realidad, y eso es lo que tiene esta campaña: un niño que sufre acoso escolar les suplica ayuda directamente a ellos, los testigos", nos cuenta Cristian, convencido del potencial del proyecto.
Consciente de que el acoso escolar "no es de ahora", admite también que hay una mayor proyección del problema, una exposición que parece concienciar cada día más a nuestra sociedad. Aun así, reconoce también que queda mucho por lograr: "Los datos son estremecedores, pero aunque tan solo hubiera un niño en todo el mundo sufriendo acoso escolar, yo no estaría tranquilo. Al menos las cifras parecen estar ayudando a concienciar más, pero no lo suficiente".
La campaña, a la que se puede acceder a través de su página web oficial y de la que puede hacer uso cualquier centro académico o particular, ya que el material para ponerlo en práctica se puede descargar gratuitamente, se ha realizado de manera totalmente voluntaria y sin ánimo de lucro por Cristian Alarcón y Miguel Agramonte. Con ayuda, además, de Emilio, el intérprete que se pone en la piel de un niño víctima de bullying: "Buscamos intérpretes y él me fascinó. Le agradezco enormemente la delicadeza con la que ha tratado el tema. Es un chico que, claramente, tiene un bonito futuro".
La primera parte del trabajo ya está hecha. Ahora hace falta hacerlo volar. Parece fácil, pero Cristian se ha encontrado con multitud de inconvenientes que no esperaba: "En el proceso de promoción de la campaña me he cruzado con colegios e institutos que pretenden presumir de no necesitar iniciativas de este tipo porque «en su colegio no hay acoso escolar»", confiesa, entrecomillando la última frase y evidenciando la poca sensibilidad de esta clase de centros que niega una realidad evidente.
No es la primera vez que Cristian se pone al frente de un asunto así. Ya lo intentó el pasado año poniéndose en contacto con varios "influencers" que, al final, no se involucraron en el proyecto: "Llevamos a cabo una gran preproducción para realizar un evento-festival con influencers a cero coste que se quedó en intento porque muchos están más cómodos en su zona de confort".
Por suerte, todavía quedan personas como él, como Cristian y su pequeño equipo, dispuestos a cambiar las cosas. A intentarlo al menos. Ahora nos toca a nosotros, los que él llama el equipo que salva vidas, "los que nos ayudáis a difundir la campaña y que tanto os debo".