Hay dos tipos de personas en este mundo: los que regularmente lavan su taza de café de la oficina, y los que sólo la quitan de su escritorio para volverla a llenar y cubrir la mancha de café de su escritorio con otra nueva. Si eres de los del primer grupo, probablemente querrías matar a los del segundo, pero tenemos algo que decirte: son ellos los que lo están haciendo bien.
Siempre nos han enseñado que las cosas, cuanto más limpias, mejor. Nos han enseñado que cuanta más ihigiene guardemos, menos gérmenes habrá, pero en este caso, esta teoría falla sucediendo todo lo que contrario.
Desde su columna en Wall Street Journal, Heidi Mitchell explica que no lavar la taza de café que utilizamos en la oficina es la opción más higiénica. Eso sí, según el profesor de pediatría Baylor College of Medicine de Texas, Jeffrey Stark, tendrían que darse dos requisitos: no compartir la taza con nadie ni dejarla con leche o azúcar durante días. De ser así, saldría moho y tendrías que acabar lavándola.
El problema está en la esponja
La razón por la que resulta más higiénica la opción de no fregar la taza es muy sencilla. En el contexto de la oficina, es habitual que todos los trabajadores frieguen sus tazas con una misma esponja, por lo que esta acaba acumulando las bacterias de todos. Así, resulta preferible vivir con los gérmenes de uno mismo en lugar de compartirlos.
"Por supuesto que, si examino en una taza que no se ha lavado, voy a encontrar gérmenes. Pero la gran mayoría viene la mis de la misma persona", ha explicado Starke. Así, mientras las bacterias sean tuyas, no hay problema. Además, la probabilidad de que tus gérmenes sobrevivan ahí días después es muy baja, ya que la mayoría de virus no sobrevivien mucho tiempo fuera del cuerpo.
Si eres de los que no lava tu taza de café ni aunque prácticamente ande sola, ya puedes explicarle a tus compañeros más escrupulosos que tú eres el que manda.