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Niños y niñas soldado: más de 300.000 menores continúan siendo reclutados en conflictos

El reclutamiento de niños en conflictos armados continúa más de tres décadas después de la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño.

Niños y niñas soldado: más de 300.000 menores continúan siendo reclutados en conflictos

El uso de niños en conflictos armados representa un grave ejemplo de explotación infantil, violación de derechos humanos y, sobre todo, una situación que continúa produciéndose en la actualidad.

El 12 de febrero es el Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de Agresión y el final de esta práctica se registra como la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible recogidos en la Agenda 2030 de la ONU, que llama a la comunidad internacional a "erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas modernas de esclavitud y la trata de seres humanos y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluyendo el reclutamiento y la utilización de niños soldados y, a más tardar, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas".

Las milicias en los conflictos aprovechan la especial vulnerabilidad de la infancia en este tipo de escenarios, puesto que muchos de los pequeños viven en situaciones de pobreza y exclusión social, sin acceso a derechos fundamentales como, por ejemplo, acudir a un colegio.

El concepto de niño soldado abarca diversos aspectos. Uno de ellos, es que generalmente un niño soldado es aquel que, siendo menor de 18 años, se ve forzado a separarse de su familia para unirse a un grupo armado o participar en un conflicto bélico, en acciones violentas.

Cuando se producen este tipo de escenarios, habitualmente se desarrolla la captación. SI tienen familia, se rompe su vínculo afectivo. En otros casos, aprovechan la situación de los niños en situación de orfandad para ofrecerles un sustento básico en el que vivir.

En muchas ocasiones, además, los niños son secuestrados y llevados a campamentos específicos donde se les evalúa y destina a determinadas actividades en función del criterio que señalan los responsables de cada milicia. De este modo, se contemplan todas las posibilidades y no siempre pueden llevar un arma, también otras tareas como la cocina, limpieza o mensajería.

Más de 300.000 niños

Las estimaciones actuales, elaboradas por UNICEF, cifran alrededor de 300.000 niños y niñas soldado en el mundo, participando en conflictos armados.

Los países en los que se registra esta práctica son Afganistán, Angola, Burundi, Guinea-Bissau, Irak, Liberia, Mozambique, la República Democrática del Congo, Ruanda, Sierra Leona, Siria, Somalia, Sri Lanka, Sudán y Uganda o Yemen, pero también se han dado casos en Colombia o Filipinas.

Las consecuencias de estas prácticas son múltiples. Incluyen secuelas a nivel psicológico (pueden sufrir ansiedad, depresión, trastornos de la conducta, agresividad, sentimiento de pérdida, soledad o desarraigo), que también se suman a las físicas (heridas de conflictos, mutilaciones o desnutrición.

El trabajo de reintegración

En estos escenarios, surge el papel fundamental de la reintegración de los menores que han sido abocados a participar en conflictos. Con esta finalidad, se han desarrollado diversos programas durante los últimos años, que, además, poner coto al reclutamiento de niños en cualquier tipo de guerra.

Desde la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño, que entró en vigor en 1990, la práctica totalidad de países han establecido legislaciones en contra del uso de niños soldado, sin embargo, la realidad es que estas situaciones continúan produciéndose en la actualidad, cuando se superan tres décadas con esta norma.

Todo ello se suma al papel de las empresas multinacionales y que participan en conflictos, cuando estos no responden a determinados intereses económicos en países del Tercer Mundo y la disyuntiva sobre si se deben endurecer las legislaciones al respecto, una cuestión que ha sido planteada de manera repetida por organizaciones humanitarias.

La reintegración de los niños que han participado en estos conflictos suele reunir atención médica y psicológica, apoyo jurídico, el restablecimiento de las relaciones familiares e incidir en la educación para responder a un derecho de la infancia que se ha comprobado fundamental en esta tarea, para el que se destinan hogares de acogida.

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