Carles Puigdemont ha pasado su primera noche en la cárcel de Neumünster, una tranquila ciudad alemana del estado de Schleswig-Holstein que cuenta con 79.000 habitantes. La prisión, construida entre 1901 y 1905, año de su estreno, ha mantenido su actividad a pesar de las dos guerras mundiales que asolaron la zona. No obstante, su deterioro hizo necesaria una profunda reforma del centro, que tuvo lugar en 2004.
Rodeada por un muro de 685 metros de largo, la cárcel cuenta con unas 570 celdas, de las cuales 44 se destinan a presos a la espera de juicio (como es el caso de Puigdemont) y otras 22 a aquellos que se encuentran bajo tratamiento psiquiátrico. En total, la prisión tiene capacidad para 596 reclusos varones, todos ellos con penas no superiores a cinco años.
Actualmente, el 74% de los internos son alemanes. Del otro 26% restante, la mayoría son turcos o pertenecientes a países de Europa del Este, aunque hay convictos de hasta 35 nacionalidades. Por su parte, el centro penitenciario alberga 256 empleados, entre las que se encuentran 65 mujeres.
Un régimen estricto de visitas
La cárcel de Neumünster sigue una política clara en cuanto a las visitas. Estas están limitadas a dos horas al mes, con serias restricciones y normas. Los visitantes no podrán llevar ningún objeto o regalo a los presos, y deberán identificarse con DNI o pasaparte y pasar por un detector de metales antes de establecer contacto con ellos.
En ese momento, comienza la cuenta atrás. En la conversación les acompañará siempre un funcionario, que debe estar al tanto de lo que se dice. En caso de que no hablen alemán, un traductor traído de Hamburgo se encargará de retransmitirle al funcionario los temas tratados. A la hora de enviar y recibir cartas no hay límite, la libertad es total.
Cursos y talleres para fomentar la reinserción
La media de un procedimiento de extradición como el de Puigdemont en Alemania supera los 40 días (en concreto, 41,74) hasta que se resuelve. Basándonos en este dato, el expresident podría permanecer en Neumünster hasta mayo, por lo que deberá adaptarse a la forma de vida de la prisión.
Debido a la Ley de detención preventiva alemana, los convictos cuentan con talleres y cursos de trabajo de cara a una futura reinserción en la sociedad. De este modo, si el caso de Puigdemont mantiene unas cifras similares a la media, podría durante 40 días mejorar sus conocimientos en albañilería, panadería, electrónica, limpieza, cocina o carpintería, las ramas escogidas por la prisión para la formación de sus presos.
De momento, el político catalán continúa a la espera de novedades sobre su futuro.