El que crea que el Festival de Eurovisión es solo música, se equivoca. El evento de la UER une en torno a canciones a diversos países con sus intereses y ambiciones, buscando un micrófono de cristal que a veces 'legitima' acciones políticas muy alejadas de los artistas o sus temas.
Algo así está pasando con Israel desde la victoria de Netta Barzilai y su canción 'Toy' en Lisboa. El gobierno israelí, que suscita odios y quejas en media Europa por sus actuaciones militares en la franja de Gaza, se veía legitimado por medio de la música en todo el continente. A través del mensaje feminista de Netta, la intérprete vencía tanto en jurados como televoto en el festival, y desde ese momento Barzilai se convertía en todo un símbolo para el estado hebreo.
Apariciones en actos oficiales con el gobierno, convertirse en una heroína nacional e incluso bailes con Benjamin Nettanyahu son el saldo de tres semanas exigentes para Netta, cuyo último episodio tuvo lugar ayer mismo en Times Square.
Con motivo de un acto en pleno centro de Nueva York por el setenta aniversario del Estado de Israel, la embajada israelita en EEUU aprovechaba para llevar el videoclip de 'Toy' a todas las pantallas de Times Square, recorriendo todo el mundo una canción que ya tiene firmado un acuerdo con BMG para ser distribuida en todo el globo. Una vez más, el gobierno de Israel daba uso a Eurovisión y su victoria para sacar pecho en un país como Estados Unidos, con el que mantienen una gran relación pero al que poco o nada le interesa el festival. ¿Cómo podemos interpretar esto?
Netta, símbolo perfecto del 'purple washing'
La reivindicación feminista, por suerte, ha llegado a todas las esferas de la sociedad. Desde el nacimiento del movimiento #MeToo el año pasado en el mundo del cine y la farándula americana, no hay arte ni ámbito de la sociedad donde no se reivindiquen los derechos de la mujer y la paridad verdadera, algo que es de elogiar.
El problema reside cuando estas prácticas se han convertido en una magnífica vía de negocio. Algo así pasa con Israel y su 'Toy', en un claro episodio de Purple Washing. Entendemos este término americano como el momento en el cual una organización o persona utiliza el feminismo por su propio interés. Si analizamos la apuesta hebrea en Lisboa, todo se entiende.
En un país como Israel, denunciado por violaciones a los derechos humanos en Palestina por parte de una infinidad de países, enviar un mensaje social y feminista a Eurovisión ha sido un lavado de imagen magnífico. A través de la figura de Netta, una mujer que se escapa de los estándares de belleza establecidos, y de 'Toy', una canción abiertamente feminista y en contra del patriarcado, desde Jerusalén se colocaban un traje que no era el suyo, pero que vendía, convencía, y hasta conseguía vencer en Lisboa.
Ahora, cualquier evento es buena ocasión para seguir estirando el chicle del éxito eurovisivo por parte de Israel. El mismo Nettanyahu que bailaba con Netta permitía acciones militares en la franja de Gaza, y eso pasa a segundo plano ante el mensaje de la canción de Barzilai. La apuesta es más que acertada.
Eurovisión y EEUU, un matrimonio imposible
'Toy' sonó en todo Times Square, y los presentes bailaron la canción a más no poder, pero siendo realistas, el Festival de Eurovisión no interesa nada en Estados Unidos.
Sin ir más lejos, este mismo año apenas 74.000 personas (un 0,34% de share) veían el festival en territorio americano, siendo emitida la final por la cadena de pago Logo. Salvando el hecho de que no fuera una retransmisión abierta, la apuesta de esta cadena por cable dejaba sin la posibilidad de ver a través de YouTube el festival en todo el continente americano.
Paradójicamente, en Latinoamérica el seguimiento de Eurovisión sí es más ahondado, pero en Estados Unidos apenas interesa. De hecho, si quisieran, los yankees podrían participar en el festival. Y es que los norteamericanos son miembros de pleno derecho en la UER, y con esto podrían participar en los eventos organizados por la corporación europea sin problema. Sin embargo, nunca lo han hecho, ni han mostrado interés siquiera en aparecer por Eurovisión.
Ahora, que la UER busca ampliar fronteras del festival e incluso permite un festival calcado para territorios de Asia y Pacífico, quién sabe si en un futuro el certamen dará el salto a América, pero de momento, por intereses y poco impacto, parece una quimera.
Nos queda mucho por pasar
Lo peor de esto es que los líos entre Israel y Eurovisión no se van a acabar tan fácilmente. Si en apenas un mes ya hemos visto problemas porque Jerusalén sea sede, intentonas del gobierno israelí para invitar a países amigos, imposibilidad de celebrarse la final en sábado o posibles boicots de países miembros de la UER, algo nos dice que queda mucho culebrón aún.
Lo más seguro es que la UER allá por finales de julio anuncie sede definitiva y fechas del festival, algo que podría desembocar la fuga de más de un país del certamen. Avisando de momento "que no se reserven vuelos ni hoteles", el lío de Eurovisión 2019 sigue vivo. Si algo sale ganando el festival, es que por primera vez prácticamente, la ganadora de Eurovisión ha sonado en pleno Nueva York. El porqué de esa proyección, ya es otra historia.