Con una bandera igual a la de la Alemania nazi, pero en la que se reemplaza la esvástica con la hoz y el martillo, los nacional-bolcheviques forman un importante grupo reaccionario anti-Putin, incluido en la denominada 'Otra Rusia'. Los nostálgicos del ilegalizado Partido Nacional Bolchevique (PNB) y las ideas y estéticas nazis tomadas tras la caída del muro de Berlín, dieron forma a los 'nazbol'.
Liderados por el escritor Eduard Limónov, en sus protestas levantan tanto el puño, como saludan a la romana. Con las cabezas rapadas y una estética típica 'neonazi', han llegado incluso a asaltar el Ministerio de Finanzas ruso. Tras un largo periodo de legalizaciones e ilegalizaciones, finalmente, fueron ilegalizados en 2010, lo que les llevó a reconvertirse en una nueva fuerza política, 'Otra Rusia'.
El nacional-bolcheviquismo de este partido alaba el pasado zarista y stalinista de Rusia. Ansían volver a la antigua nación que abarcaba una gran parte de Eurasia. Defienden un tradicionalismo enfrentado al mundo occidental encabezado por Estados Unidos. Piden la unificación del comunismo, socialismo, fascismo en un bloque anticapitalista, antiliberal y antiindividualista. Todo un abanico, tanto fans de Goebbels como de Stalin.
Caben todos los que están en contra de Putin
¿Cómo es posible que que en una misma coalición convivan liberales partidarios de una democracia con extremistas totalitarios de derechas y de izquierdas?. "Es un conglomerado diverso y en ocasiones contradictorio, porque pretende representar 'todo lo demás'", explica la profesora de Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III de Madrid, Montserrat Huguet.
Sin embargo, tienen algo que sí que les une a parte del rechazo al presidente ruso: el nacionalismo. Todavía existe población que creció con la propaganda nacionalista soviética y "los rusos son en general muy nacionalistas", dice Huguet. En esto coincide también el gobierno ruso y los "nazbol". El nacionalismo que profesa Putin es "eslavizante en extremo, mira hacia oriente y se aísla de los intereses europeos y occidentales".
No supone un peligro importante para Europa occidental
Según Huguet, el nacional-bolchevismo no supone ni supondrá ningún problema serio para Europa occidental. Sin embargo, Rusia se encuentra rodeada de antiguos territorios que actualmente han conformado democracias jóvenes y tienen todavía "desajustes estructurales", que podrían llegar a verse afectadas.
A pesar de la unión del fascismo y el comunismo, lo que sí tuvieron en común el nacionalsocialismo alemán y el comunismo soviético fueron la xenofobia y los exterminios de contrarios. "En la Rusia de Putin sólo cabría confiar en un salto adelante del potencial económico del país para desactivar el malestar social y con ello asegurar la quiebra de los extremismos", finaliza Huguet.