"Me voy a empolvarme la nariz, ¿te vienes?", esta es una de las frases que más se escuchan en las discotecas y pubs los fines de semana. Y en Europa se sabe mucho de esto, aunque los mayores carteles de 'farlopa' estén en Sudamérica, y es que en Barcelona, Zurich o Ginebra, sus vecinos consumen un total de casi un kilo y medio de cocaína al día. Sin embargo, a nadie le importa los asesinatos que se derivan del tráfico de esta sustancia.
Además, las películas han conseguido que muchos quieran probarla y que otros tantos quieran comercializar con ella, porque el volumen de dinero que genera el narcotráfico es enorme. Tan grande que hasta a Reagan le dio miedo que el cartel colombiano liderado por Pablo Escobar pudiese acabar con el imperio económico estadounidense. Su preocupación iba más encaminada a lo económico que a las muertes que se sucedían en su propio país, pero quiso vender la idea de que el problema eran los asesinatos de los carteles, aunque en realidad lo que no se le quitaba de la cabeza eran los cientos de millones que ganaban los colombianos.
Esta lucha sigue de manera global y como explica el periodista Tom Wainwright en su libro 'Narconomics', en el que recoge su experiencia alrededor de medio mundo analizando el dinero que mueven los narcotraficantes, estas son organizaciones criminales. Sin embargo, asegura que no se diferencian mucho de las grandes multinacionales. ¿Por qué? Pues según explica porque los carteles tienen en plantilla a sicarios, pero también tienen en cuenta su imagen de marca. Sí, como leéis, saben de marketing. Es decir, que al igual que Apple o que Volkswagen tienen responsabilidad social corporativa: una imagen que salvaguardar.
Control total del producto
Pero lo que sucede aquí es que los narcotraficantes disponen de la materia prima porque tienen las plantas y los talleres en donde mezclan la coca. Así son ellos los únicos que pueden poner precio a su producto. Mientras que las grandes empresas ganan mucho pero sus políticas, en mayor o menor medida, dependen de la famosa ley de la oferta-demanda, además de otros muchos factores y sectores de la insdustria. Es por este motivo, que la guerra contra el narcotráfico nunca acaba, y es que si los grandes carteles controlan el mercado al completo, no se les puede toser.
Otra de las razones por las que la lucha de los estados por acabar con este mercado ilegal es inútil, tiene que ver con que las incautaciones de las administraciones son mínimas, entorno al 10% de todo el producto que se distribuye por todo el mundo. Es decir, que las pérdidas de los narcos son ridículas y no llegan casi ni al 1%. Duermen muy tranquilos.