La edición de Eurovisión 2018 contará con una novedad importante: un representante asiático elegido a partir de un spin-off del festival. Así lo ha anunciado el productor ejecutivo del espectáculo televisivo, Paul Clarke, que también ejerce como jefe de la delegación de Australia en Eurovisión.
Con el fin de "estrechar lazos multiculturales a través de la música", la idea propone crear un Big Four similar al que ya existe en Europa, en el que se incluirían Australia, China, Japón y Corea del Sur; a la espera de que la corporación india decida si quiere unirse al grupo.
En la competición también se incorporarían varios países de Oriente Próximo y del océano Pacífico; con el fin de batirse en Lisboa contra el resto de naciones europeas. Aunque parece difícil que los países árabes participen en le Festival, ya que lo tienen vetado por la presencia de Israel en el concurso.
Con este gesto, el nuevo Asiavisión competiría directamente con el festival de la Unión Asiática de Radiodifusión (ABU), de similares características. Sin embargo, la idea de este nuevo concurso es la de elegir un representante asiático que dispute en Lisboa el ansiado micrófono de oro al resto de europeos. Se entiende, por tanto, que la participación de Australia ya no está asegurada en el eurofestival, tal y como sí ha sucedido en las últimas ediciones.
La política ha entorpecido el proceso
La idea de este Asiavisión no es nueva. Sin embargo, la creación del concurso se había retrasado por diversas cuestiones políticas que hasta ahora parecían insalvables. Por ejemplo, las reticencias de China en torno a una posible victoria de Japón dentro de sus fronteras, ya que ambas naciones compiten por el liderazgo cultural y político de la región.
Por otro lado, podrían producirse problemas similares a los vividos entre Rusia y Ucrania por la participación del primero en el festival. Al parecer, un número importante de artistas surcoreanos tienen la entrada completamente vetada en China, por lo que las posibles candidaturas de un país del Big Four se verían muy reducidas.
Además, los países organizadores tampoco se ponen de acuerdo en la elección de la ciudad en la que realizar el primer certamen. Las candidatas con mayores posibilidades son Sídney, Hong Kong y Singapur. A pesar de que la ciudad australiana cuenta con las mayores posibilidades, otras urbes rivales como Hong Kong y Singapur han puesto sobre la mesa hasta cuatro millones de dólares para colaborar en la financiación del concurso.
Con este gesto, se facilitaría la llegada de un hipotético Worldvision, muy demandado por los fans del eurofestival. Desde 2016, los países asociados a la UER pueden competir, previa autorización, en el concurso. Todo ello abriría las puertas a candidaturas tan variadas como Estados Unidos, Brasil, Chile, Cuba, Nueva Zelanda, Islas Mauricio o Irán.
Más de 200 millones de personas siguen en la actualidad uno de los eventos televisivos con mayor popularidad, no solo en Europa, sino en todo el planeta.