Tirar colillas al suelo tiene los días contados. Los alcaldes de las zonas costeras de España se han alineado para prohibir que se fume en las playas y llegar a un acuerdo por el que los residuos del cigarro no se puedan tirar a la arena de las playas.
Resulta lógico pensar que evitar arrojar colillas en la arena es una práctica de sentido común. De hecho, cada vez es más frecuente que las ciudades instalen, en los accesos a sus playas, puntos donde los usuarios pueden recoger pequeños ceniceros de manera gratuita.
El pasado martes, el Consejo de Ministros dio luz verde a un nuevo decreto con el objetivo de reducir las colillas en las calles españolas y, aunque no ha entrado aún oficialmente en vigor, se ha establecido que cualquier persona que incumpla con estas directrices se enfrentará a multas que podrían alcanzar un mínimo de 2000 euros.
¿Qué consecuencias tiene tirar una colilla al suelo?
A pesar de algunas iniciativas gratuitas por parte de los ayuntamientos, el problema de las colillas sigue siendo preocupante, ya que arrojarlas a la arena tiene un impacto ambiental grave y duradero. Los filtros de los cigarrillos, diseñados para atrapar sustancias tóxicas del tabaco, conservan en su composición muchos elementos nocivos que se liberan en el entorno.
Estas sustancias se filtran desde la colilla hacia la arena y llegan al mar, contaminando el agua y afectando la vida y a las especies marinas. Además, los animales marinos y aves suelen confundir las colillas con alimentos, lo que puede llevar a intoxicaciones e incluso la muerte.
Pero estos residuos también son perjudiciales para la salud de los humanos ya que, si estos restos los traga un animal que luego será vendido en las pescaderías, acabará siendo ingerido por los consumidores.