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'Tengo 50 orgasmos al día y es como cuando comes mucho dulce, acabas cansándote'

"Imagina estar arrodillado en el funeral de tu padre junto a su féretro, despidiéndote de él, y tener nueve orgasmos en ese momento mientras toda tu familia está detrás de ti". Es el Síndrome de la Excitación Sexual Persistente (PSAS).

Unas tanto y otras tan poco. El mundo está muy mal repartido y, mientras que muchas mujeres se sienten frustradas en la cama, Amanda Gryce tiene 50 orgasmos al día. Sin embargo, lo que podría parecer un festival del placer es en realidad una tortura para esta joven de 25 años. Se lo conoce como el Síndrome de la Excitación Sexual Persistente (PSAS, en sus siglas en inglés) y en 2013 se estimaba que había más de 500 casos en todo el mundo.

No se conocen exactamente las causas que lo generan, pero los efectos siempre son los mismos: experimentar orgasmos sin haber recibido un estímulo sexual previo. En el caso de Amanda, el síndrome empezó a manifestarse cuando tenía 6 años y los orgasmos se desencadenan con la más mínima provocación: la vibración del móvil, los sonidos bajos de una discoteca, un viaje en coche o avión... El doloroso placer le llega sin poder hacer nada por evitarlo, esté donde esté. De hecho, la entrevista concedida a Barcroft TV tuvo que ser interrumpida en un momento dado porque Amanda estaba teniendo uno de estos orgasmos.

"Es como cuando comes mucho dulce, acabas cansándote", explica Amanda, tratando de expresar lo agotador que puede resultar el placer, que hasta le provoca lágrimas. La joven se ha puesto manos a la obra para buscar una solución a su problema, que le impide tener una vida normal y cuando era adolescente le llevó incluso a plantearse el suicidio. Afortunadamente, no solo ha encontrado el apoyo médico y psicológico que necesitaba, sino que también ha empezado a salir con un chico que comprende su situación. Stuart y ella se conocieron por Internet y "cuando nos vimos por primera vez fue amor a primera vista", recuerda el chico.

¿Cómo es salir con una chica que es capaz de tener 50 orgasmos al día? Esto es algo que, por desgracia, Stuart aún desconoce del todo. Para colmo, el médico de Amanda le ha recomendado que se abstenga de practicar sexo mientras esté recibiendo el tratamiento. "Fue difícil aceptar la ausencia de sexo, pero me di cuenta de que es importante para su salud", razona su paciente novio.

Entre otras cosas, Amanda trata de encontrar relajación a través de mucho ejercicio y yoga. Además, como parte del mencionado tratamiento está recibiendo masajes en la zona pélvica. "Cuanto más duro sea el trabajo en los músculos, más se liberan", explica la joven, optimista en que las prescripciones médicas funcionarán.

"En el funeral de mi padre tuve hasta 9 orgasmos delante de mi familia"

Una de las luchas a las que Amanda se ha tenido que enfrentar es conseguir que su problema sea tomado en serio en su entorno, algo complicado dado lo fácil que puede resultar hacer bromas sobre el síndrome PSAS. 

El bochorno que provoca cuando ocurre en un lugar público hace que los afectados acaben repudiando psicológicamente los orgasmos. "No hay nada placentero en ello porque, a pesar de sentirte físicamente bien, estás completamente a disgusto por lo que está pasando", explica Dale Decker, uno de los pocos hombres que se sepa sufren este síndrome. "Hace que no quieras tener un orgasmos nunca más", afirma; algo que se entiende, si tenemos en cuenta que a diario puede llegar a 'padecer' hasta 100 orgasmos.

En su caso, el PSAS se desencadenó a raíz de una caída, que provocó que se le moviera una vértebra. En el trayecto al hospital llegó a eyacular hasta cinco veces y, según explica, esto no se ha detenido desde entonces. "Imagina estar arrodillado en el funeral de tu padre junto a su féretro, despidiéndote de él, y tener nueve orgasmos en ese momento mientras toda tu familia está detrás de ti", cuenta con frustración Dale.

El hombre, casado y con dos hijos, no ha podido volver a mantener relaciones sexuales con su mujer, con la que ya ni siquiera duerme en la misma habitación. Fue el primer hombre en hablar del síndrome en público y en denunciar que le estaba arruinando la vida, sobre todo cuando ocurre delante de su familia o de desconocidos, en la calle.

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