La persona más anciana del mundo, la monja francesa sor André, ha fallecido este martes en la residencia para ancianos de Toulon, Francia. Su deceso ocurrió mientras dormía, exactamente a las 2 de la mañana, según confirmaba el portavoz del centro. Su nombre real era Lucile Randon y nació el 11 de febrero de 1904 en la ciudad francesa de Alès.
Su título de persona más anciana del planeta no es atribuido por ningún organismo oficial, pero los especialistas estaban de acuerdo en que era la persona con más edad que aparecía en el registro civil. Quien si lo certificó fue el libro Guinness de los Récords, quien le confirió dicho ranfo el 25 de abril de 2022 tras el fallecimiento de la japonesa Kane Tanaka, de 119 años.
Sor André sufría de ceguera y se movía en una silla de ruedas, por lo que llevaba unos años sintiéndose muy cansada. Llegaría a confesar en algún momento que esperaba "morir pronto". "Dios no me escucha, debe de estar sordo", confesaba en una de sus entrevistas.
Nació en una familia protestante no practicante, por lo que empezaría su andadura en la religión tarde, en la congregación de las Hijas de la Caridad, donde estuvo hasta finales de los 70.
En sus últimos años trabajaría cuidando a ancianos mas jóvenes que ella hasta la edad de 118 años. "Se dice que el trabajo mata, pero a mi es el trabajo lo que me hace vivir", confesaba Randon. Según el encargado de la residencia el deseo de sor André era "reunirse con su hermano".
Una copa de oporto
En el ancianato donde residía cuentan que le gustaba mucho el chocolate y degustar tranquilamente una copa de vinho do oporto. Asistía a misa todas las mañanas, siempre uniformada, y siempre que estaba en su habitación dejaba la puerta abierta para que entrara quien quisiera. "Su misión era ayudar a otros", comenta Sor Teresa, quien vivía con ella, "su fe le daba fuerzas".
En el año 2021 contrajo el covid, enfermedad que superó sin dificultades, logro que hizo que recibiera cartas de muchos sitios del mundo.
Su memoria estaba intacta y le gustaba recordar momentos de su vida, como cuando perdió a su hermana a los 18 meses de nacer o cuando llegó a París.
Le agradaba mucho que sus nietos o bisnietos fueran a visitarla. Otra de sus amistades era el alcalde de Toulon, Hubert Falco, sobre quien expresó su inmensa tristeza por su fallecimiento.