Un menor de dos años falleció durante la madrugada del domingo 24 de julio en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, al complicarse el atragantamiento que había sufrido al comer un anacardo. Los hechos se produjeron en la localidad de Baltanás, pero el menor tuvo que ser trasladado al Hospital de Palencia, pero el niño tuvo que ser desviado al hospital vallisoletano porque su centro no disponía de UCI pediátrica.
El niño ingresó en la unidad de Urgencias del Hospital de Palencia con síntomas de asfixia después de que el fruto seco ingresara en sus vías respiratorias, algo que había producido en el pequeño una parada cardiorrespiratoria.
El equipo médico se dio cuenta de la gravedad del menor y, tras ser reanimado y estabilizado, decidieron que debía ser trasladado al Hospital Clínico de Valladolid, donde ingresó el sábado. El anacardo se había alojado en un bronquio y le había colapsado un pulmón.
Una vez se desalojó el fruto seco, el equipo médico comprobó que el pequeño había sufrido una hipoxia cerebral. La parada había interrumpido la respiración durante demasiado tiempo y solo pudieron certificar su fallecimiento durante la madrugada del domingo.
Segunda causa de muerte accidental en España
Según los datos registrados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) referentes al año 2020, los atragantamientos accidentales ocasionaron 2.511 muertes, de las cuales el 11% estuvieron relacionadas con la ingesta de alimentos. Los atragantamientos y la sofocación accidental son ya la segunda causa de muerte accidental en España, por detrás de las caídas.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la presencia de cuerpos extraños en vías respiratorias de menores no es una patología frecuente, pero el problema es que, cuando ocurre, representa una circunstancia que puede tener consecuencias graves, incluido el fallecimiento, según alerta la Sociedad Española de Neurología y Cirugía Torácica (Separ), que recuerda que hay que mantener especial precaución con los menores entre uno y cuatro años y, aunque con menor incidencia, con los de edades entre 9 y 12 años.
Los cuerpos extraños ingeridos suelen ser frutos secos o semillas, así como también partes de juguetes o piedras, mientras que en segundo pico de incidencia, entre los 9 y 12 años, es más frecuente la ingesta de capuchones de bolígrafos, pilas de botón u objetos metálicos.