"En política, no todo vale". Esta es la premisa con la que el candidato republicano a la Casa Blanca durante las elecciones de 2008, John McCain, evidenció una postura política que, desgraciadamente, no suele corresponderse a la norma habitual.
Su fallecimiento, víctima de un cáncer cerebral, lleva a recordar algunos de los momentos cumbres de su carrera. Y no hablamos de aquel que le convirtió en héroe de guerra, cuando terminó preso en la (irónica) cárcel norvietnamita llamada Hanoi Hilton.
Su campaña a las presidenciales se producía durante el germen del 'alt right' (la extrema derecha xenófoba que ha abrazado Trump). Las encuestas le otorgaban una decepcionante derrota, pero McCain mostró que "no todo vale" a la hora de alcanzar la cumbre para toda persona dedicada a la política. Ahora, visto con la perspectiva temporal, la situación política de Estados Unidos ciertamente desprende un olor a decadencia similar al vivido en la Italia de Salvini.
Toda una lección para Donald Trump
Nos vamos a Lakeville, Minnesota, 10 de octubre de 2008. McCain se sube al estrado con cierto nerviosismo ante la derrota inminente y empieza a pronunciar su discurso de campaña. Él, que acostumbraba a contestar las preguntas de los asistentes en sus mitines, deshecha una 'oportunidad' que, tristemente para todos, hubiera sido de oro para su campaña. Y dio un gran ejemplo.
"No se puede confiar en Obama porque es árabe", espetó ante el micrófono una de las asistentes. "No, señora. Es un padre de familia decente y un ciudadano con el que estou en desacuerdo en asuntos fundamentales y de eso va esta campaña". En este caso, se refería al apellido 'Hussein' de Obama, que en algunas mentes remitía al jefe de Al Qaeda. Aquel que murió bajo sus órdenes.
McCain centró toda su campaña en la política y no en ataques personales o en destruir a su rival. "Lucharé, pero seré respetuoso. Admiro al senador Obama y sus logros y le respetaré". Sus palabras le valieron un abucheo sonoro.
Lucharé, pero seré respetuoso. Admiro al senador Obama y sus logros y le respetaré". Sus palabras le valieron un abucheo sonoro.
McCain fue uno de los principales detractores de Donald Trump dentro del Partido Republicano. Parece que las filtraciones del expediente médico de Hillary Clinton, la promesa de construir un muro para evitar la entrada de mexicanos que buscan una vida próspera, separar a niños de sus familias y vetar (porque sí) la entrada a personas de siete países musulmanes; no fueron de su agrado.
Todo esto se une a su apoyo a la candidatura de Marco Rubio durante las primarias. Perteneciente al sector moderado, su victoria hubiera servido para normalizar y fortalecer las relaciones con toda América Latina, y no solo con países que mantienen gobiernos afines. McCain, de hecho, no se cortó en mostrar su disidencia y, en algunos casos, dejó entrever su preferencia por Hillary Clinton.
Una lección para Hllary Clinton
Cuando John McCain perdió las elecciones, tuvo la tradicional cortesía de aceptar su derrota. En su discurso, el posterior senador no dudó en destacar el simbolismo de la victoria de la persona que le había ganado las elecciones y con unas palabras muy memorables: "Esta elección es histórica y reconozco el especial significado que tiene para los afroamericanos y el orgullo especial que deben sentir esta noche. Siempre he creído que Estados Unidos ofrece oportunidades a aquellos que tienen voluntad de aprovecharlas. El senador Obama también lo cree así".
La elección de Obama es histórica y reconozco el especial significado que tiene para los afroamericanos y el orgullo especial que deben sentir esta noche
Y, en todo un ejemplo de 'saber perder', continuó: "El senador Obama ha logrado algo grande para sí mismo y para su país. Le aplaudo por ello, y también deseo ofrecerle mis sinceras condolencias por el hecho de que su amada abuela no haya llegado a vivir para ver este día. Aunque nuestra fe nos asegura que está descansando en presencia de su creador y muy orgullosa del hombre que ayudó a criar".
Ahora, nos remitimos al 8 de noviembre de 2016. Hillary Clinton se sentía como nueva presidenta del Gobierno y había preparado toda una fiesta con globos, pabellón de grandes dimensiones, decoración espectacular, invitados de lujo y un atril bien posicionado.
Con el recuento, los ánimos comenzaron a decaer y finalmente Trump compareció en una austera sala (aunque decorada con maderas nobles), acompañado de su familia y celebrando su victoria. ¿Qué sucedió en el espectacular 'plató' de Hillary? Nada. Ni siquiera apareció. No dio un discurso. Es cierto que la campaña había sido muy distinta a la de 2008 y hubo una 'bajada al barro' espectacular. La única respuesta de Clinton fue, durante las siguientes semanas, subir fotos a Instagram en las que mostraba las largas caminatas con las que estaba asumiendo su inesperada derrota.
Y para ambos en general
El debate electoral entre Hillary Clinton y Donald Trump fue completamente polémico. Los programas políticos de ambos quedaron en segundo plano para lanzarse todo tipo de improperios y apelar a la vida privada. Algo que, quizás, no era del interés general de los estadounidenses.
Ambos mostraron en todo momento una sonrisa forzada, tuvieron serios problemas para realizar un acto tan sencillo y cortés como saludarse y, quizás, mostraron poca altura para lo que se espera de dos líderes dispuestos a liderar la (aún) economía más importante del planeta.
El debate entre Obama y McCain tuvo un talante completamente diferente. Como toda persona que disfruta de la política, se dedicaron a contraponer modelos e ideas diferentes sin apelar en ningún momento al apellido de uno o a las visitas realizadas al médico del otro.
Cuando todo terminó, ambos mantuvieron una charla entre risas en la que, al contrario de lanzarse ataques, decidieron reírse de sí mismos: "Obama tiene un nuevo nombre para mí: me llama George Bush". A ello, el futuro presidente respondió bromeando con su apellido, Huseín: "Quien me puso ese nombre nunca pensó que podría llegar a ser presidente". Comparen ustedes mismos.