Armita Garavand, la joven iraní hospitalizada desde comienzos de octubre tras sufrir una supuesta agresión en el metro de Teherán a manos de agentes de la Policía de la Moral iraní por no usar velo, ha muerto este sábado 28 de octubre, según ha anunciado la agencia de noticias iraní IRNA.
"Desafortunadamente, el daño cerebral le provocó un coma y ha muerto hace unos minutos", expresa la agencia estatal. En la noticia también indican que la joven recibió un "extenso tratamiento médico en sus 28 días de hospitalización en una unidad de cuidados especiales".
La versión oficial que difundió IRNA señala que la joven, sin embargo, recibió una bajada repentina de tensión mientras esperaba en el andén de la estación de Shohada del metro de Teherán.
Denuncia internacional
Las imágenes de las cámaras de seguridad que ha difundido la agencia de noticias muestran a Garavand y dos amigas entrando en unos vagones del metro de la capital y, después cómo dos de ellas salen cargando a la tercera. Las autoridades han empleado este vídeo para explicar que no existió ninguna agresión.
Sin embargo, varios organismos internacionales han denunciado que la joven fue víctima de una agresión. Amnistía Internacional denuncia que este vídeo fue manipulado con la aceleración de fotógrafas en cuatro secciones y que hay lapsos de más de tres minutos en la grabación publicada.
La organización kurda de derechos humanos Hengaw, ubicada en Oslo, denuncia que fue agredida por no portar un velo, obligatorio en Irán para las mujeres desde 1983.
El precedente de Mahsa Amini
El caso de Armita Garavand recuerda, en cierta medida, a Mahsa Amini, la joven muerta en una intervención de la Policía de la Moral iraní por no llevar bien puesto el velo islámico, que las autoridades atribuyeron a causas naturales.
Este hecho desató una fuerte tensión entre los ciudadanos que derivó en protestas a nivel nacional durante meses, pidiendo la caída de la República Islámica. El régimen emprendió una fuerte represión que derivó en 500 muertos, la detención de al menos 22.000 personas y se ejecutó a siete manifestantes, uno de ellos en público.