Tener claro quienes somos forma parte de un proceso largo e intenso que tiene que ver mucho con nuestro idioma materno. Cuando nos vamos fuera de nuestros países de origen, nos damos cuenta de quienes somos en realidad. Esto se llama identidad y tiene que ver con pertenecer a una comunidad, que cuenta con unas tradiciones y costumbres propias. Con una estructura mental que nos da nuestra lengua. Pues, según el antropólogo Edwar Sapir y el lingüista Benjamin Lee Whorf, nuestro lenguaje no nos aporta sólo una manera determinada de expresarnos, sino que también nos proporciona una manera de pensar, de organizarnos e incluso de percibir el mundo.
Por este motivo, muchas de las personas que hablan dos idiomas o más, tienen más recursos mentales para poder expresar o ver los problemas desde distintos ángulos. Sin embargo, también muchos aseguran que durante su estancia en un país extranjero, además de ser conscientes de su verdadera identidad, se cercioran de que van perdiendo sus señas de indentidad, entre ellas el idioma.
"El momento en el que comienzas a aprender otro idioma, los dos sistemas empiezan a competir entre sí", señala Monika Schmid, lingüista de la Universidad de Essex (Inglaterra) a BBC. Obviamente si vivimos en París lo que acabaremos hablando más es el francés y nuestro castellano se acabará oxidando un poco porque no lo usaremos tanto como cuando estamos en nuestro país y hablamos nuestro idioma en casa, en el trabajo, con amigos, en la tele... Es algo natural.
La pregunta es, ¿acabaremos olvidando por completo nuestro idioma materno? No, según varios estudios citados por Schmid, aunque sí existen otros que aseguran que los menores que son adoptados o que tienen menos de nueve años pueden llegar a olvidar casi por completo su idioma materno cuando son trasladados a otro país distinto. Sin embargo, es poco probable que los adultos olvidemos nuestro primer idioma, a no ser que vivamos circunstancias extremas.
Causas del olvido
Schmid investigó si los judíos alemanes que sobrevivieron al holocausto nazi y que se trasladaron a Reino Unido o Estados Unidos seguían recordando el alemán. En el caso de los que pudieron irse antes, hablan mejor alemán que los que siguieron en Alemania más tiempo y fueron testigos del genocidio. Los que permanecieron más tiempo bajo el régimen nazi ahora hablan mal su lengua materna o incluso no la recuerdan. El motivo, según Schmid, puede ser un trauma por la guerra. El alemán es el idioma de su niñez y de su familia, pero también es el recuerdo de una atrocidad. En este sentido, uno de los entrevistados por la lingüista le llegó a asegurar que siente Alemania le "traicionó" y que Estados Unidos es su país y el inglés su idioma.
Otro de los motivos por los que podemos olvidarnos de expresarnos con fluidez en nuestro idioma es mezclarnos con personas que hablen nuestra misma lengua pero que esta sea de otro país. Schmid analizó el castellano de españoles que emigraron a Londres y el de cubanos que lo hicieron a Miami, y a estos últimos les costaba expresarse en su lengua materna con palabras propias de su territorio. Mientras que, por el contrario, los españoles se expresaban con palabras propias, aunque se les hacía más difícil hablar de ciertos temas en castellano.