Tenían ideologías totalmente opuestas, pero Fidel Castro y Francisco Franco se llevaban bien. Es más, la historia revela que se tenían hasta aprecio. Pero, ¿cómo puede ser que un comunista y un anticomunista se admirasen? Existen varias razones, y una de ellas tiene que ver con Galicia: Franco es gallego y Castro desciende de gallegos. La admiración era tal, que el padre del cubano tenía una foto del dictador cubano en su mesilla de noche, o por lo menos así lo narra Norberto Fuentes, el biógrafo del dictador cubano.
Y es que el padre de los hermanos Castro, Ángel Castro, nació en Láncara (Lugo) y emigró a Cuba en 1905. Pero antes de emigrar fue educado por los jesuitas, al igual que Franco. Además, sus profesores era religiosos españoles partidarios del dictador en la Guerra civil española. Así que Fidel y sus hermanos escucharon cómo su padre defendía las atrocidades de Franco. Por tanto, el cariño hacia el franquismo les venía de cuna, aunque fuesen marxistas.
Antes de que el dictador Fulgencio Batista tuviese que huir de Cuba por el asedio de Castro y su ejército, la relación que el franquismo mantenía con el país latinoamericano era cordial. Cuando Castro ya estuvo en el poder, bajo partido único durante 49 años, esas buenas relaciones con la España franquista continuaron, a pesar de ser el líder de un regimen comunista. Durante el primer año de la revolución cubana, el embajador franquista, Juan Pablo Lojendio, logró que los exiliados españoles no se asentasen en el país, cosa que sí hicieron en México. De esta manera los franquistas lograron mantener las buenas relaciones diplomáticas, ya que si los exiliados se hubiesen establecido en Cuba, el regimen de Fidel habría reconocido el gobierno de la II República en el exilio. Pero gracias a la labor del embajador franquista esto no ocurrió.
Sin embargo, esa relación pudo haberse roto en una ocasión cuando Lojendio se enfrentó a Fidel Castro en los estudios de la televisión cubana después de que el dictador cubano hubiese asegurado en antena que la embajada española apoyaba a sus opositores. Era tan importante para Franco mantener la amistad con los Castro, que ubicó al embajador en otro destino. "Con Cuba, cualquier cosa menos romper", llegó a decir el dictador español.
Odio mutuo hacia Estados Unidos
Otro de los motivos de esta hermandad franco-castrista fue Estados Unidos. Tanto Franco como Fidel odiaban el país norteamericano, el primero por la derrota del ejército español en 1898 a manos de los estadounidenses, en la que España perdió sus últimas colonias: Cuba y Filipinas. Y el segundo, porque los norteamericanos asediaban Cuba: embargo sobre sus exportaciones, fallida invasión de la Bahía de los cochinos o la crisis de los misiles. Rompieron relación y hasta 2016, pasados 53 años, no la retomaron. Fue con Raúl Castro y con Barack Obama en el poder.
Por tanto, el odio mutuo hacia Estados Unidos fortaleció especialmente las relaciones entre Castro y Franco. Y es que la España franquista fue el único país europeo que no apoyó el embargo económico de Estados Unidos a Cuba, y eso que la URSS también acudió al rescate de Fidel. Las líneas de Iberia iban y venían, los autobuses pegaso circulaban por las calles de Cuba e incluso los juguetes españoles no faltaban en la isla.