Cada vez nos parecemos menos a nuestros padres. Al menos en cuanto a la forma que tenemos de entretenernos y, por consiguiente, de relacionarnos. Ya escribíamos hace unos meses sobre ello: a las nuevas generaciones, a los millennials, no nos gusta salir de fiesta. Ahora sabemos gracias a un estudio que tampoco estamos demasiado interesados en el sexo.
El estudio, publicado en la revista científica Archives of Sexual Behavior, demuestra que los jóvenes nacidos en las décadas de los 80 y 90 tenemos menos relaciones sexuales que las generaciones anteriores. Parece difícil de creer, teniendo en cuenta que vivimos rodeados de aplicaciones que facilitan los contactos y el sexo esporádico a través de Internet.
El grupo de investigadores de la Universidad de Florida Atlantic que llevó a cabo este estudio analizó los datos recogidos de más de 26.000 participantes, entre los que se encuentran jóvenes pertenecientes tanto a la denominada generación millennial como a generaciones anteriores. Es decir, una muestra representativa de la sociedad adulta estadounidense.
La conclusión más importante a la que se llegó tras realizar el estudio es que el 15% de los jóvenes de entre 20 y 24 años afirma no haber tenido ninguna pareja sexual desde que cumpliera los 18 años. El porcentaje disminuye considerablemente entre la Generación X (los nacidos entre los 60 y 70) que, en la misma franja de edad, tan solo un 6% reconoce que no contaba con ninguna pareja sexual.
Estos niveles de inactividad sexual aumentan entre las mujeres en comparación con los hombres, entre los blancos en comparación con los negros y entre los que no asisten a la universidad en comparación con los universitarios. Aunque el estudio se ha realizado con adultos estadounidenses y, a priori, parece complicado extrapolar estos datos fuera del país, los responsables creen que la conducta sexual es muy similar también en otras regiones cuyas sociedades compartan ciertas similitudes con la estadounidense.
La tendencia a mantener menos relaciones sexuales a edades tempranas parece confirmarse con otros estudios realizados con anterioridad, como por ejemplo el de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU, que desveló que el porcentaje de adolescentes que practica relaciones sexuales pasó del 54% en 1991 al 41% en 2015.
Resulta complicado comprender los resultados que evidencian estos estudios teniendo en cuenta las nuevas formas en las que nos relacionamos los jóvenes de hoy en día, y siendo conocedores de los niveles de exposición que tenemos hacia ciertos estímulos sexuales. Internet ha suministrado cientos de herramientas que nos acercan de una manera más libre al sexo. Quizás sea precisamente esa sobreexposición la que provoca que los millennials seamos más precavidos a la hora de mantener relaciones sexuales.
Las nuevas generaciones contamos con una mayor educación sexual y con un mayor conocimiento sobre enfermedades de transmisión sexual, elementos que probablemente generan en nosotros más preocupación por mantener relaciones más seguras o con personas que nos transmitan cierta confianza. Parece que somos más exigentes a la hora de tener una relación sexual.
Sin embargo, no todas las consecuencias que se derivan de este estudio parecen positivas. El hecho de que tengamos menos sexo podría deberse a que nos resulta más complicado forjar una relación romántica seria, profunda. Otras razones para posponer el sexo incluyen la presión social de tener éxito o expectativas poco realistas en cuanto a la perfección física de nuestras parejas alentadas por los medios de comunicación.
Tenemos una actitud mucho más abierta a tener sexo antes del matrimonio, pero hay que tener en cuenta que tardamos más en casarnos, en tener un puesto de trabajo fijo o en independizarnos, por lo que se puede deducir que los millennials maduramos más lentamente que los nacidos en la década de 1980.
Además, tenemos otras muchas formas de entretenimiento en comparación con la juventud de nuestros padres, lo que quizás hace que el sexo sea menos importante para nosotros. Sin olvidar que accedemos más sencillamente a la pornografía y, como consecuencia, podemos liberar más fácilmente nuestros impulsos sexuales.