Según el último barómetro del CIS, la corrupción y el fraude son el segundo gran problema que preocupa a los españoles, solo por detrás de las elevadas cifras de paro. Todos nos llevamos las manos a la cabeza y nos desesperamos por los casos casi diarios que salen publicados en los medios de comunicación relativos a políticos que desvían fondos, altos cargos que adjudican grandes obras a empresas afines o estrellas y famosetes que declaran sus desorbitados ingresos a través de redes triangulares, paraísos fiscales y demás estratagemas cuyo único objetivo es pagar menos impuestos. Dicho claramente, defraudar a Hacienda.
Por ello sorprende la descomunal campaña desplegada para apoyar a Leo Messi. El futbolista del FC Barcelona era condenado el 6 de julio a 21 meses de cárcel y una multa de 2 millones de euros por los 4,1 millones defraudados al fisco español (previamente ya había abonado 5 millones de euros para saldar esta deuda). Misma condena, aunque con una multa de 1,6 millones, recibía su padre, Jorge Messi, también implicado en el entramado offshore.
"Yo solo juego a fútbol. Firmaba porque confiaba en mi papá", fueron las palabras de Leo para defenderse en el juicio de los delitos de los que se le acusaba. Palabras que, inevitablemente, recuerdan a las de la Infanta Cristina, que firmaba documentos sin leer por el amor ciego que sentía hacia su marido. Por su parte, su padre, cómo no, señalaba a los asesores de los que se rodeaban como culpables de la trampa fiscal, al más puro estilo Bertín Osborne.
A raíz de la condena de Messi el FC Barcelona emitía un comunicado en el que no solo apoyaba a su jugador y a su padre, sino que también afirmaba que ninguno de los dos debía tener responsabilidad penal ante los delitos fiscales por los que han sido condenados. Al mismo tiempo, lanzaba en Twitter una campaña bajo el hashtag #TodosSomosLeoMessi, en la que animaba a simpatizantes y aficionados a subir una foto con las manos abiertas, haciendo referencia al número 10 del futbolista. Varios periodistas y hasta la mediática monja Sor Lucía Caram se unían a la campaña y mostraban su apoyo al azulgrana.
Pero, ¿cómo es posible? ¿Cómo en un país con la economía convaleciente, azotado día sí, día también, por el látigo de la corrupción se puede iniciar un movimiento a favor de un condenado por un fraude fiscal de varios millones de euros? ¿Cómo puede situarse detrás de este movimiento uno de los mayores clubs de fútbol del mundo, sabiendo la enorme influencia que tiene sobre sus seguidores? ¿Estamos ante una sociedad que distingue a los futbolistas de los políticos corruptos, tonadilleras y miembros de la Familia Real?
No, Messi no es una nueva esposa cegada por la confianza del amor porque, cuando estampas tu firma en un documento, asumes plena responsabilidad sobre lo que estás firmando, como seguro conocemos muchos ciudadanos de a pie. Es malo que Messi firmara sabiendo que estaba defraudando millones de euros pero, en caso de que aceptemos la versión de que él es pura inocencia, es igual de malo que lo hiciera sin preocuparse por lo que firmaba y por la ilegalidad en la que pudiese estar incurriendo. Messi tenía una responsabilidad que debía asumir como también debería hacerlo el FC Barcelona, consciente de la influencia social que le empodera.
Afortunadamente, los ciudadanos tienen muy claro que, en efecto, la corrupción y el fraude son unos de los problemas que más les preocupan. La campaña de Twitter ha acabado siendo un movimiento en contra de quienes la iniciaron que no ha hecho sino aumentar la acritud hacia Messi, aunque él seguramente hubiese preferido que su club se hubiese estado calladito. De todas formas, no importa. Leo Messi volverá a ser aclamado con voces olvidadizas en el próximo partido de fútbol, al igual que Isabel Pantoja en el concierto que la devuelva a los escenarios o Bertín Osborne cada semana en televisión. Y oye, si esto ocurre cuando hayan asumido y cumplido sus responsabilidades legales (y no estaría mal pedir perdón, ya que el fisco nos afecta a todos los ciudadanos), quizás es algo que todos celebremos.