Una exposición es recibida con huevos y protestas. No, no es que los cuadros fueran malos u horrorosos, problablemente se entenderá mejor si dijéramos que el protagonista de la polémica es Francisco Franco. La trifulca ha tenido lugar durante la inaguración de la exposición temporal 'Franco, Victoria, República. Impunidad y espacio urbano', inagurada en Born, Barcelona.
La exhibición está colocada en el interior del edificio del Born, sin embargo al lado de este, a pie de calle, los visitantes son recibidos con tres estatuas: la escultura de La Victoria, que sirivó como parte del obelisco de la Diagonal, una reproducción de la imagen de La República y la más polémica de las tres, una estatua ecuestre de Franco sin cabeza, pues desapareció de los almacenes municipales antes de que se optara por utilizarla para la muestra.
La salida de Franco de nuevo a las calles ha levantado todo tipo de comentarios y posturas. El presidente del grupo municipal del PP en Barcelona, Alberto Fernández, considera un "sinsentido" esta exposición. Y aunque la intención es precisamente mostrar la forma banal con la que convivimos con el franquismo, muchos no lo ven así, ya que sienten como un insulto tener que ver en sus calles al máximo exponente de la dictadura en España. Nacen entonces los debates sobre memoría histórica, confrontados eternamente por la postura de los dolidos con los crímenes de esta y los defensores de que olvidar puede hacer que ocurra de nuevo.
Partidarios del olvido
Las víctimas del franquismo probablemente no estén a favor de ver la estatua de nuevo en las calles. A pesar de que la intención de esta es criticar la impunidad existente en España por los crímenes del régimen, no esperaban tener que volverse a encontrar con él nunca más. Que Franco salga a la calle supone abrir los puntos de una herida que ha tardado mucho en cerrar, y para muchos aún está curando.
Además se corre el riesgo de que la estatua se convierta en un lugar de culto para aquellos más acérrimos al régimen y provoque que se despierten movimientos violentos que utilicen la figura del dictador para justificar algún tipo de tropelía.
Es cierto que hemos normalizado caminar por calles dedicadas a personalidades franquistas, y para muchos probablemente no significará más que un simple cartelito. Una víctima del franquismo destinada a Mauthausen, hablaba para un periodista sobre ello. El libro, 'Los Últimos Españoles de Mauthausen' recogía su testimonio.
Él nunca recibió una pensión por parte de España por ser víctima del régimen. Sí la recibía en cambio de Francia, país desde el que fue enviado al campo de concentración. Para más INRI España le quitaba el tanto por cierto correspondiente a percibir ingresos del extranjero. Tanto él como sus compañeros, nunca fueron reconocidos como víctimas del franquismo y confiesa que eso siempre le ha quitado la paz. Él no quería una pensión, el quería justicia y no tener que toparse con un letrero que le haga sentir como si nunca hubiese salido de allí.
Defensores de la memoria histórica
Sin embargo, sin algo que nos recuerde de donde venimos corremos el peligro de volver a repetir el mismo camino. Esta es la defensa que utiliza este grupo. Sin los campos de concentración no sabríamos qué fue el nazismo ni qué suposo, sin la placa de Las Trece Rosas no sabríamos quiénes fueron y por qué lucharon y sin la estatua de Franco quizás en unos años, cuando esa generación que vivió con la guerra se vaya, se nos olvide que ese hombre sumió el país en una guerra, para después convertirlo en una dictatuda.
Dentro de este grupo, merecen también una mención aquellos que fueron víctimas de la guerra, pero del otro bando. Aquellos que también sufrieron dolencias por defender lo mismo que el contrario, un ideal. Se sienten olvidados en esta lucha por la memoria histórica y recuerdan que ellos también sufren cuando ven calles dedicadas a otras personalidades como La Pasionaria o a Carrillo. Reclaman que todos debemos estar medidos por el mismo rasero.
Es cierto que en Alemania encontramos edificios destinados a recordar la historia del nazismo, y en Rusia o Camboya al comunismo, pero son espacios concretos, cerrados. Toparse con ellos solo se puede hacer de manera intencionada, así quedan todos en paz.
Parece que no hemos olvidado el franquismo y aún no estamos preparados para ver a Franco por la calle, pero también es necesario que algún día podamos decirle a nuestros hijos quién fue Franco y qué hizo. Es lícito levantar este tipo de exposicones, pero no es lícito hacer daño a quien sufrió, solo por provocar o reavivar una polémica en la que dejemos de engañarnos, nosotros ya ni pinchamos ni cortamos. Demos paz a esa generación de una vez por todas.
Citando al subcomandante Marcos, qué bonito sería un mundo en el que yo pueda ser sin dejar de ser yo y donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otros a ser como yo o como tú. Que bonito sería encontrar siempre el punto medio para ambos y dejar de pelearnos.